jueves, 4 de diciembre de 2014

Carta labriega.


Con la boina en la mano, de pie bajo un árbol sagrado juro solemnemente que tu presencia me llena de una alegría tan densa que tal parece que estoy dentro del sol, reverberando como un rayo entre las nubes que filtran los ultravioletas, los gamma y esas cosas de rayos que no entiendo demasiado, excepto el (rayo) que no cesa, el (Rayo) Vallecano y el (tuyo) que me atraviesa el corazón que tuve, que ando desde entonces torcido como un lisiado del alma, sin saber dónde piso ni a quién, renqueando como un labriego vestido de domingo con la corbata al viento y el corazón atado con cuerdas, envuelto en papel de periódico con manchas de salchichón y vino del viñedo de Paco, que ya sé, ya, que después de la cara que se te ha quedado, tan triste, no tengo derecho a escribirte cosas livianas pero ¿qué quieres? si hace falta me pongo una nariz roja y te bailo vestido de esquimal como José Isbert en “Historias de la radio” o como Anthony Quinn haciendo de Inuk o como yo mismo que quisiera estar contigo dentro de un iglú hasta derretir las nieves polares con nuestros arrumacos y pajareos, gorrión guapo con pendientes de niña y mirada de mujer profunda, con pantalones que ciñen tu culo de Silvana Mangano enArroz amargo”, culo irrepetible, culo para llenarlo de caricias, culo sentado durante tantas horas al día que solo un milagro celestial hace que no se te quede plano que para vernos saca horas de dónde no las tienes o sí, no cenes, no comas, aliméntate del aire, aire (...y tú viviendo con ella jamás la tienes, aireeeee... canción de AlejandroSanz y Ketama) y algo habré de hacer antes que soportar otra vez tu tristeza que me pongo ahora muy serio y te digo que no, mi vida, que no quiero estar así, que prefiero que me mandes a paseo, que no quiero camelarte como un ligón del tres al cuarto con zalamerías (aunque me salgan de tan hondo que me asusta no ver el fondo de mi alma ¿desde dónde me salen? , ¿de qué sima de amor tan dentro de mi pecho?) con visitas a tu consulta que compruebo que son inoportunas, que no quiero más que llenarte de alegría, de felicidad, darte sonrisas, llenarte la cabeza de lo que de mí te pueda servir, humilde que no lo soy, que me recojo como un peregrino hacia Santiago, que te acompaño desde mi cabeza por ese trayecto tan largo hasta Berlín, tan lejos,  y tus tres colegas hablando de esto y aquello y pásalo bien, mi vida, no te pongas triste ni un minuto por mí, o por ti, o ya no sé pero no puedo estar toda la vida sin saber, decepcionándote, no llegando a las expectativas mínimas, máxime cuando tú eres tanto, tanto y por lo menos sabes que soy un enamorado incondicional que está loco por ti pase lo que pase o no pase o tiempo, aquí sigo, al pie del cañón, rotundamente ebrio de amor por ti que has cambiado mi vida, aquellos cafés inofensivos en la capital trajeron estos amores que no van ni para adelante ni para atrás, buen viaje, señora doctora de mi pueblo, te quiero, no le saques muchas faltas a mis letras, te escribo desde el bar de la plaza, los mozos me miran raro. Vuelve.







2 comments :

Encarna C dijo...

Que fuerza tiene tú escritura Pedro. Gracias por poder leerte. Buenas noches

Pedro M. Martínez dijo...

Gracias, Encarna C. te echaba en falta.

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