Carta del amante olvidadizo.
Lo sé, se me olvidan
nombres y rostros pero el tuyo no, nunca, solo a ti recuerdo, no ahora, en un
antes que va desde la soledad al trajín de habitaciones oscuras. Sí, sí, claro
que me gustaría compartir contigo más tiempo esta pasión y piel, dulzura,
noches interminables, conversaciones, confidencias, esa voz tuya por teléfono que
me embriaga, tan dulce como el moscatel de Chiclana y este amor que dura a
través de los días y días, fíjate, llegó el cambio de fase y parecía que el mundo,
ese del otro lado de la valla se iba a derrumbar, iba a convertirse en cenizas
y humo y no, y seguimos a pesar de tu falta de imaginación, de que me borro
cuando te vas, de que soy, me has convertido, en un hombre tan tolerante, tan
comprensivo, tan enamorado, que lo soporto con una sonrisa en los labios, que
lucho por ti a brazo partido, que me expongo como un torero a ser embestido,
corneado, arrollado, contusionado por tu bravura de principios, por tu casta de
mujer fuerte y débil y sé que si te abrazo, que si ahora nos abrazamos no harán
falta tantas palabras, que sabremos, que escucharemos este rumor de río crecido
que nos transita y agita.
Eres tan diferente, tan
nueva, tan rica, tan variada, tan intensa, tan para leerte de corrido o entre
líneas, tan de cebolla, de chocolate, de aceite, de olores de romero, de
canela, eres una mujer tropical, que sí, no discutas, mira, yo no quiero saber
todo, no te quiero cambiar, en nada, no tampoco me cambies, si yo ya sé, o no, déjame
disfrutarte, sí te acepto a ti, como eres, con lo que eres, mujer, madre,
abuela, esposa, hija, hermana, exigente, imperiosa, eres un poco trágica,
bella, una mujer apasionada, apasionante. Tú.
Si algún día no puedo ya
llamarte, mujer de otra dimensión, me cortaré la lengua, ¿para qué la quiero
ya? Si algún día cambia tu mirada me tiraré al agua y ya no me verás, un hombre
submarino, viviendo con las sirenas que antes me cantaban en las rocas, para
siempre. Pasarán otra vez treinta años, pasará la vida y tú sabrás, lo sabes
ahora, amor, tengo tanta pasión aquí en mi pecho que no sé cómo no te quemas,
como no ardes junto a mí, mariposa de otro planeta, pájaro, golosina, mujer de
cuerpo entero que me das tanto y tanto, que me has abierto una puerta por la
que se me han colado tantas maravillas que estoy así, ciego, deslumbrado,
llévame de la mano, guíame pero no te olvides, enséñame pero sin olvidar que
con este frío en el país se multiplican los apagones de luz y las velas, como
antes, el candil que te dije y no quiero decir nada que no sea te quiero, amor de
otro mundo, mi vida, mi pasión, distraída o atenta, como quieras o puedas, tu
balanza, tú ya sabes, tú sí que sabes, yo estaré aquí, puntillosa, formalista,
tú, como eres, te enviaré fotos, un póster a todo color de tamaño natural, si
aparece “otro” le mataré, lo sabes, a los chicos de barrios extremos nos quedan
estos resabios antiguos de pendencia y altercados, si aparece “otra”, ¿qué
harás?, tú, tan modosa, tan juiciosa, tan digna, o por eso.
Pensándote, escribo
pensándote, no busques interpretaciones extrañas, digo exactamente que estoy
pensándote. Y te lo escribo. Para que lo sepas y lo leas, para que respires
entre autobús que llega y autobús que va -sé paciente- para que te alegres o te
enfades, para que sepas, por fin, que solo no soportaría que no me supieras,
que no, que puedes dejar de quererme, olvidarme, borrarme de tu recuerdo, no me
importa, lucharé, llenaré de imaginación cada día de después, pero no dejes
jamás de saberme, como un iceberg, no te quedes abrazada a la punta donde chocó
el Voyager, eso no lo soportaría. Ya. Pues eso. Por cierto, ¿quién eres?
1 comments :
Creo que es una mujer dichosa. En estas letras debe sentirlo. Buenas noches Pedro. Gracias escritor.
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