De ventrílocuos.
Hablar de lo que sí y así
sucesivamente.
Todo por no recurrir al no, a los
recuerdos.
Si los tuviera, podría escribir
del tintineo de sus pulseras cuando se quitaba la ropa, tan rápida que parecía
que le iba la vida en encaramarse a mi ansiedad, tan evidente, tan automática,
reflejo de Paulov, indicio físico de complicados procesos químicos,
sentimentales a veces (las menos).
Etcétera.
Temblábamos los dos como
petirrojos en mitad de un incendio, pegados el uno al otro durante toda la
noche de experimentos y ahora así, ahora de esta otra manera, páginas 12 a la
53 del manual de posturas.
Luego llegaba el día y ella volvía
a su libro de venenos y yo a revisar los cajones con sombras, con poemas en
papeles enrollados atados con cintas de colores, rojas para el amor, amarillas
para el duelo, negras para la ausencia.
Bah, sólo añoro cuando me mordía. Y cuando (yo) no mentía.
Bah, sólo añoro cuando me mordía. Y cuando (yo) no mentía.
Estoy solo, la casa en silencio,
dejo pasar los dedos por el lomo de tantos libros en la biblioteca del salón,
escojo uno, “Descripción de la realidad”, me siento y abro, leo, gozo, pienso,
me pregunto: “¿cómo demonios leerán insulsas bitácoras –como esta- existiendo
maravillas así?” y al no tener respuesta (ya he dicho que estoy solo y no es
cosa de contestarse uno mismo) sigo leyendo.
¿Qué colgaré mañana aquí?, cáspita,
que no tiene uno una rica vida interior, ni tantas peripecias como para llenar
esta sucesión de páginas y días, tan rápida que parece que ayer mismo era verano.
En cualquier caso quiero dejar
constancia que soy ventrílocuo y no escritor. Que conste. (Ya, ya sé que
constaba).
2 comments :
Gracias por tus letras. Buenas noches Pedro.
Encarna C. , muy buenos días bajo la lluvia incesante. Muchas gracias por tu lectura.
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