Competencia.
Recuerdo que
en un tiempo leía a Fernando del
Paso en su Palinuro de
México y entendía
cada línea, cada coma, cada suspiro.
Hacíamos el amor compulsivamente. Lo hacíamos
deliberadamente.
Lo hacíamos espontáneamente. Pero sobre todo, hacíamos el amor diariamente. O en otras palabras, los lunes, los martes y los miércoles, hacíamos el amor invariablemente. Los jueves, los viernes y los sábados, hacíamos el amor igualmente. Por últimos los domingos hacíamos el amor religiosamente.
O bien hacíamos el amor por compatibilidad de caracteres, por favor, por supuesto, por teléfono, de primera intención y en última instancia, por no dejar y por si acaso, como primera medida y como último recurso. Hicimos también el amor por ósmosis y por simbiosis: a eso le llamábamos hacer el amor científicamente. Pero también hicimos el amor yo a ella y ella a mí: es decir, recíprocamente. Y cuando ella se quedaba a la mitad de un orgasmo y yo, con el miembro convertido en un músculo fláccido no podía llenarla, entonces hacíamos el amor lastimosamente.
Lo cual no tiene nada que ver con las veces en que yo me imaginaba que no iba a poder, y no podía, y ella pensaba que no iba a sentir, y no sentía, o bien estábamos tan cansados y tan preocupados que ninguno de los dos alcanzaba el orgasmo. Decíamos, entonces, que habíamos hecho el amor aproximadamente.
O bien Estefanía le daba por recordar las ardilla que el tío Esteban le trajo de Wisconsin y que daban vueltas como locas en sus jaulas olorosas a creolina, y yo por mi parte recordaba la sala de la casa de los abuelos, con sus sillas vienesas y sus macetas de rosasté esperando la eclosión de las cuatro de la tarde, y así era como hacíamos el amor nostálgicamente, viniéndonos mientras nos íbamos tras viejos recuerdos.
Muchas veces hicimos el amor contra natura, a favor de natura, ignorando a natura. O de noche con la luz encendida, mientras los zancudos ejecutaban una danza cenital alrededor del foco. O de día con los ojos cerrados. O con el cuerpo limpio y la conciencia sucia. O viceversa. Contentos, felices, dolientes, amargados. Con remordimientos y sin sentido. Con sueño y con frío. Y cuando estábamos conscientes de lo absurdo de la vida, y de que un día nos olvidaríamos el uno del otro, entonces hacíamos el amor inútilmente.
Para envidia de nuestros amigos y enemigos, hacíamos el amor ilimitadamente, magistralmente, legendariamente. Para honra de nuestros padres, hacíamos el amor moralmente. Para escándalo de la sociedad, hacíamos el amor ilegalmente.
Para alegría de los psiquiatras, hacíamos el amor sintomáticamente. Y, sobre todo, hacíamos el amor físicamente.
También lo hicimos de pie y cantando, de rodillas y rezando, acostados y soñando. Y sobre todo, y por simple razón de que yo lo quería así y ella también, hacíamos el amor voluntariamente. "
Lo hacíamos espontáneamente. Pero sobre todo, hacíamos el amor diariamente. O en otras palabras, los lunes, los martes y los miércoles, hacíamos el amor invariablemente. Los jueves, los viernes y los sábados, hacíamos el amor igualmente. Por últimos los domingos hacíamos el amor religiosamente.
O bien hacíamos el amor por compatibilidad de caracteres, por favor, por supuesto, por teléfono, de primera intención y en última instancia, por no dejar y por si acaso, como primera medida y como último recurso. Hicimos también el amor por ósmosis y por simbiosis: a eso le llamábamos hacer el amor científicamente. Pero también hicimos el amor yo a ella y ella a mí: es decir, recíprocamente. Y cuando ella se quedaba a la mitad de un orgasmo y yo, con el miembro convertido en un músculo fláccido no podía llenarla, entonces hacíamos el amor lastimosamente.
Lo cual no tiene nada que ver con las veces en que yo me imaginaba que no iba a poder, y no podía, y ella pensaba que no iba a sentir, y no sentía, o bien estábamos tan cansados y tan preocupados que ninguno de los dos alcanzaba el orgasmo. Decíamos, entonces, que habíamos hecho el amor aproximadamente.
O bien Estefanía le daba por recordar las ardilla que el tío Esteban le trajo de Wisconsin y que daban vueltas como locas en sus jaulas olorosas a creolina, y yo por mi parte recordaba la sala de la casa de los abuelos, con sus sillas vienesas y sus macetas de rosasté esperando la eclosión de las cuatro de la tarde, y así era como hacíamos el amor nostálgicamente, viniéndonos mientras nos íbamos tras viejos recuerdos.
Muchas veces hicimos el amor contra natura, a favor de natura, ignorando a natura. O de noche con la luz encendida, mientras los zancudos ejecutaban una danza cenital alrededor del foco. O de día con los ojos cerrados. O con el cuerpo limpio y la conciencia sucia. O viceversa. Contentos, felices, dolientes, amargados. Con remordimientos y sin sentido. Con sueño y con frío. Y cuando estábamos conscientes de lo absurdo de la vida, y de que un día nos olvidaríamos el uno del otro, entonces hacíamos el amor inútilmente.
Para envidia de nuestros amigos y enemigos, hacíamos el amor ilimitadamente, magistralmente, legendariamente. Para honra de nuestros padres, hacíamos el amor moralmente. Para escándalo de la sociedad, hacíamos el amor ilegalmente.
Para alegría de los psiquiatras, hacíamos el amor sintomáticamente. Y, sobre todo, hacíamos el amor físicamente.
También lo hicimos de pie y cantando, de rodillas y rezando, acostados y soñando. Y sobre todo, y por simple razón de que yo lo quería así y ella también, hacíamos el amor voluntariamente. "
Entonces
era capaz de acaparar palabras como fresas,
juntar frases sin tiempo para respirar, plegarias submarinas y osados poemas de aire. Alguien al final de la
calle soleada lo leía y me llegaba un aleteo de golondrinas y vencejos que
migraban.
Vino, paso a paso, otro
tiempo Lewis Carroll y
La
caza del Snarjk.
Perseguirlo armados de dedales, perseguirlo
armados de precaución, perseguirlo con
tenedores y esperanzas, amenazar su vida con
una acción del ferrocarril, atraerlo con sonrisas
y jabón.
Y no
entendía nada, no era necesario, me subí a la metonimia y cabalgar dragones verdes
de silencios en túneles de viento y voces me divertía.
Después
llegó la crisis al blog, también a este.
Me gustan la música y las fotos.
'Retrato del escritor Max Herrmann-Neisse', 1925. George Grosz.
Supe
que además del lamento cíclico es necesaria una revisión de métodos y maneras,
de guiones y expresiones, de dar vuelta a los colchones, ya lo insinuaba Karmelo
C. Iribarren.
No sé si soy
feliz,
si verdaderamente
lo he sido
alguna vez;
aunque creo que no.
Y a ti te ocurre
otro tanto,
me consta.
Pero no es esto
lo peor.
Lo peor del caso,
lo más triste,
es que ya
ni siquiera
nos importa.
Lo entiendo,
con tanto twiter, facebook, pinterest, tumblr, instagram y otros inventos el
blog tradicional, el de toda la vida se ha pasado de moda, de rosca, de exceso,
de falta.
Me encanta la música, ¿de dónde la
sacas?
¿A qué te parto la cara?
Cada uno hace lo que sabe hacer
y si no, pues no, pero esa frase de adelante sobre viento y marea es aplicable
a esta situación y ya pueden caer chuzos de punta o serenos cabeza abajo que
esto sigue, faltaría más, no sé si les he contado que cambié mi soledad de nadador
con el único y monótono horizonte del fondo de la piscina por otro de coloridos
trajes de baño ceñidos en los cuerpos de mis compañeras de entrenamiento, que
me gritaba el coach, ¡esos brazos!, ¡Pedro
saca menos la cabeza! y llegó un momento en el que solo pensaba en sacar no
solo la cabeza sino el tronco y extremidades de aquel agua tan fría y comprobar
si aquellas turgencias, músculos, redondeces, senos incipientes, labios húmedos,
ojos enrojecidos por el cloro y otras alteraciones de ellas eran realidad o la
película que me hacía mientras trataba de coordinar respiración y movimiento de
piernas, la vuelta, mejorar mis marcas, ganar, pues no, me perdí, llegué a
subcampeón y lo dejé, esta vida es un atrapar (el instante) y dejar (lo), de
optar por una senda o por otra, hay veces que uno está en un cruce de tantos caminos
que lo mejor es no escoger ninguno y volar alto, a las nubes, imaginar, tanto
va el cántaro a la fuente, etc, etc, que sí, que no es cómo lo dices ni etc,
que es lo que dices y etc, pero está la música, claro (si no, no entraría ni
dios) y las fotos (lo mismo), que no me mire usted así, que eso no me lo dice en
la calle, que si tal, que si cual, el blog pero no solo, que ya lo dice mi
amiga Juana, eres un osado por escribir
después de, por ejemplo Idea
Vilariño (esta vez es antes, pero sí, lo soy, un beso, se acaba el año)
.
"Amor
desde la sombra
desde el dolor
amor
te estoy llamando
desde el pozo asfixiante
del recuerdo
sin nada que me sirva ni
te espere.
Te estoy llamando
amor
como al destino
como al sueño
a la paz
te estoy llamando
con la voz
con el cuerpo
con la vida
con todo lo que tengo
y que no tengo
con desesperación
con sed
con llanto
como si fueras aire
y yo me ahogara
como si fueras luz
y me muriera.
Desde una noche ciega
desde olvido
desde horas cerradas
en lo solo
sin lágrimas ni amor
te estoy llamando
como a la muerte
amor
como a la muerte."
Y tiene razón, es una osadía
(que poema tan maravilloso).
2 comments :
Estoy enamorada. Gracias por escribir así. Bueno, bueno, bueno ;-)
Gracias, mirada,eres tú que me lees con buenos ojos y mejor corazón. Un beso.
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