Tuesday.
La gente es amable en NY.
En un parque de Chinatown varios ancianos juegan
al xiang qi, hay música, mucha vida y color.
La cristalera del Cipriani´s del Soho relucía al
sol de la mañana de diciembre, me apetecía una foto ahí. Salió el sonriente maître
y no sólo me fotografió delante del establecimiento sino que me invito a entrar
y casi hace un reportaje para Hola. A esas horas el local estaba aún sin
público y los camareros me saludaron en una mezcla de italiano, inglés y un sonoro
adiós al salir. Que majos.
El árbol de Navidad de Rokefeller Center, una
tradición, brillaba en la dulce e insólita cálida noche de diciembre. Abajo, en
la pista helada chocaban un número indeterminado de torpes pero entusiastas
patinadores. Las familias de turistas, las parejas, los tríos, los seres
humanos se fotografiaban sin cesar. Con mis cortos brazos y el iPhone quise
sacarme a mí mismo y la pantalla de devolvía una inmensa nariz, una broma.
Entre el gentío apareció un fornido y sonriente joven que tendió su mano, tomo
el teléfono, enfoco y me regalo la mejor
fotografía que llevo de NY. Le di las thank you mientras despejaba de mi cabeza
la visión del joven corriendo entre la gente y yo despidiéndome para siempre de
mi teléfono, que mal pensado soy y que
simpático ese chaval.
Son amables.
Estaba dudando dentro de los interminable
pasillos del subway, ya no sabía si tenía que ir uptown o downtown cuando
apareció el ángel, era joven, era rubia, era bella y casi hablaba mi idioma. Me
refiero a la poesía, a la música, a lo hermoso que es vivir y lo sé porque
hablamos durante el trayecto, tomamos un
abundante brunch cerca de Bryant Park, entramos al museo Guggenheim y me
enseñó su Rothko
preferido y su Kandinsky para después, a pesar de la notable diferencia de edad,
cuando paseábamos por Central Park me beso, llorando sobre el Imagine frente al
edifico Dakota, un cielo. Tomamos un taxi amarillo como mi deseo, atravesamos
la ciudad y entramos con premura a mi hotel, nos amamos con lentitud, con
urgencia, con dulzura, con rudeza, nos acariciamos, nos empujamos, nos
acoplamos, un milagro. Se fue sonriente, muy. Son amables en NY, por todo
incluido solo me cobró 175 dólares y me hizo la correspondiente factura. A qué
son increíbles?
La gente es muy amable en NY.
3 comments :
Jejé, recuerda que lo barato sale más caro. Cuando oigo esta frase me sale siempre una sonrisa, porque mire por donde la mire, siempre es verdad; o viceversa!
Como dicen los 'arrantzales' en Hondarribia: "Esto sólo pasa aquí y en Nueva York!". (Imagino que en otros lugares dicen lo mismo).
bixen ¿ya te has fijado en la tercera foto de hoy?, está tomada después del Sandy, un submarinista revisando el metro, qué cosas.
La próxima vez te aconsejo lo contrario; ya te joderé, Cocodrilo Dundee!
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