Cangrejos
Lo de beber, las consecuencias. Día
diez (creo) y esto no hay quien lo remedie. Desde la cama, medio dormido,
contando las horas, las nubes, los kilómetros hasta la sed, recitando los
números rojos. Eso. Que escucho unos ruidos insólitos, el roce inquietante de
algo que no conozco. Abro la puerta de la habitación y la casa se ha llenado de
cangrejos de urgencia, del miedo, del ya verás lo que te espera como sigas así.
Me despierto, claro, lógico, cómo seguir dormido con este peligro, que no es
broma, cientos de bichos ras, ras, ras, tratando de llegar hasta mi cama, de
trepar por las sábanas, no sé yo si intentando pinzarme el alma o el poco
estímulo que me queda para seguir aquí, mirando al cielo por si sale el sol y
me permite el último trago, ginebra mientras me repongo de los placeres del
silencio, de la soledad. No me engaño, se van los bichos esos y estoy vivo, tengo
que aprender a disfrutar cada hora, luego de otra, todo se va por esta rendija
que es la vida. Agur.
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