23 de Agosto
«Pero, sobre todo, amiga mía, tú no sabes lo que es ser escritora. Serlo como George Sand vale algo; pero de otro modo, ¿qué continuo tormento!; por la calle te señalan constantemente, y no para bien, y en toda parte murmuran de ti. Si vas a la tertulia y hablas de algo de lo que sabes; si te expresas siquiera en un lenguaje algo correcto, te llaman bachillera, dicen que te escuchas a ti misma, que lo quieres saber todo. Si guardas una prudente reserva, iqué fatua!, iqué orgullosa!… Si vives apartada del trato de gentes, es que te haces la interesante, estás loca, tu car ácter es atrabiliario e insoportable o pasas el día en deliquio poético y la noche contemplando las estrellas, como Don Quijote. Las mujeres ponen en relieve hasta el más escondido de tus defectos y los hombres no cesan de decirte siempre que pueden que una mujer de talento es una verdadera calamidad, que vale más casarse con la burra de Balaán, y que sólo una tonta puede hacer la felicidad de un mortal varón… Pero es el caso, Eduarda, que lo hombres miran a la literatas peor que mirarían al diablo… Únicamente alguno de verdadero talento pudiera, estimándote en lo que vales, despreciar necias y aún erradas preocupaciones; pero… ¡ay de ti, entonces!, ya nada de lo que escribes es tuyo, se acabó tu numen, tu marido es el que escribe y tú la que firmas… Por lo que a mí respecta se dice muy corrientemente que mi marido trabaja sin cesar para hacerme inmortal. Versos, prosa, bueno o malo, todo es suyo; pero, sobre todo, lo que parece menos malo, y no hay principiante de poeta ni hombre sesudo que no lo afirme… sin duda con el objeto de que digan que tiene una esposa poetisa (esta palabra ya llegó a hacerme daño), o novelista, es decir, lo peor que puede ser hoy una mujer…»
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Rosalía de Castro, extracto de Carta a Eduarda.
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ANÓNIMO. Retrato de Manuel Murguía y Rosalía de Castro con sus hijos en la casa de Matanza. Padrón, La Coruña, 1884. (Fondo Manuel Murguía. Real Academia Galega. Arquivo)
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