Lunes, se acabó la fiesta.
Javier Mariscal
Georgia, no más Times New Roman, cada tipo de letra tiene una historia detrás, no estoy para historias, estoy saturado de historias, de cuentos, de imaginar, de hacer gala de…¿de qué?, basta ya, se acabaron las fiestas, extiendo un velo morado sobre esta página y me inclino ante mi propia mano tendida, me rebelo ante mi mendicidad, me muerdo con saña el brazo enganchado en la alambrada del qué dirán, me abofeteo con fuerza, con rabia, sin disimulo, no quiero engañarme, me da miedo saltar desde el trampolín, lo reconozco, temo que alguien quite el agua de la piscina, como en una película de dibujos animados, algo así como un correcaminos cruel que me cambie los carteles, que me guíe hasta el desierto, que además se burle con sus beep beep, ¿qué diablos hago en esta pantalla?, ya no me gusta el cine, me quedo dormido a mitad de la sesión, la televisión también me duerme, esto ya lo he visto, leído, escuchado, sentido, vivido ¿estaré repitiendo mi propia vida?, en cualquier caso he empezado por repetir los errores, por acumular absurdos ante la puerta amarilla que da a ninguna parte, lo peor es que lo sé, por supuesto que lo sé, estoy en una cornisa del Chrysler, los turistas japoneses miran mi balanceo, delante y atrás, sin decidirme, aplauden, creen que es un atracción más, que me tiraré con una capa roja y volaré, qué cabrones, no saben que no hay ficción, que duele ser, que la verdad tiene que estar en alguna parte, que de tanto buscarla me he perdido en un bosque con hojas verdes inundando las avenidas de mi ciudad vacía en esta mañana brumosa de finales de agosto, los que alborotaban la noche y quemaban la sardina por fin se han dormido, los demonios que me rondan no, bailan dentro y fuera de mi cabeza con sus cuernos brillantes, sus tridentes afilados, susurrándome obscenas invitaciones, invitándome al mal, a pasar la raya, al lado oscuro, esa zona prohibida dónde me he acostumbrado a vivir, encogido y atemorizado pero sin querer abandonarlo, disfrazándome de otros pero sin creérmelo, ¿sé quién soy?, metonimia de un aprendiz de brujo angustiado, chapoteando en el bien, en lo que antes era el bien, antes que un ejército lujurioso moviera las fronteras, invasión de Polonia, conquista de un territorio sin ejército que lo defienda, países desaparecidos bajo las aguas impetuosas de una presa rota, débil construcción de ladrillos amalgamados que apenas contenían el deseo no menguante, al contrario, corredores sin meta a la vista, jadeantes atletas de su propia negligencia, escucho el ruido de la tormenta y no tengo a la vista ningún lugar donde guarecerme, lo peor son los rayos, lo peor es que esta intensa lluvia de desilusión se puede llevar por delante sembrados y aperos de labranza, animales que mugen y las gallinas, el grano acumulado y la esperanza, es hora de partir, este es mi lunes después de la fiesta.
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