Parker y Victorio.
Ellen Kooi
6. Nadie sabía quién era Victorio Gassman y por supuesto a nadie se le ocurrió llevar flores a su tumba. No era joven, en el infierno no hay sitio para los viejos, sus pasillos están decorados con retratos de dioses enfermos, con lirios que crecen en las riberas del estanque de fuego, donde se tortura a los poetas, las calderas donde gritan los escritores con libros que hierven en sus cabezas huecas. Hay una habitación con artilugios para hacer confesar a los sacristanes equilibristas, al párroco que se dormía en el confesionario, al implacable perseguidor de herejes, al azote de la adultera presa de sí misma. Parker escucha el eco de los salmos, el plash de los saltos de los salmones, el trueno de motocicletas en la carretera de vuelta, el silbido de un diablo de cuernos rojos parado en la señal de limitación de velocidad, prohibido aparcar, los actores italianos se mueren en el escenario, ya no quedan plazas en el infierno.
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