miércoles, 11 de enero de 2023

Lecturas

Ilaria Lagioia


Me siento y te miro, (léeme como si no me hubieras leído nunca). Quiero hacerlo como espectador, sin implicarme, sin emoción, como un científico. Intento quitarme de encima la ternura pero me cuesta, me doy cuenta que mi mirada no puede ser neutral.

Pero me concentro y te miro (léeme de forma diferente a como me has leído hasta ahora). Trazo líneas, hago cálculos, mido intensidades, me aproximo a tus círculos concéntricos, peso números, intento dejar tu figura bajo el microscopio. Es imposible, no puedo, tu intensidad rompe los pronósticos, tu luz desborda cualquier intento de encasillarte.

Has cambiado, cuéntame lo que quieras pero has cambiado.

Ahora me levanto y sé que ya no me miras, que no me lees (no sé si me has leído alguna vez, sé que te has leído), que apenas resbalas tu mirada por mi intensa producción de textos, músicas, fotos, vídeos, poemas, blogs, correos. Tampoco me extraña, soy excesivo. Has vuelto a tu ritmo, a esa cadencia de regreso a tu propia vida, a reencontrarte, sin interferencias, sin ataduras, sin condicionantes.

Lo entiendo. Armonizar idiomas es complicado. A veces hablas en un complejo dialecto de las montañas y me pierdo en los matices de la oscuridad. Por otra parte tengo el traductor universal y leo donde no hablas, lo combino con lo que dices y sale un discurso complicado pero claro, entre lo que sé y lo que debería saber, entre lo que me has contado y lo que has callado. O sea, respeto. Me inclino, abro mis brazos, después junto las manos y te entrego mi respeto.

Sin saberlo, o sabiéndolo, hemos entrado en un territorio nuevo donde todo, o bastante, está sin descubrir. Antes de dar ningún paso te entrego la seguridad de qué, por mi parte, mi sentimiento  hacia ti es inmenso, fuerte, cierto, grato, lleno de luz y alegría, bello, agradecido y sin límite de caducidad.

A partir de aquí andaremos o nos quedaremos quietos, esperando. Será lo que será, no quiero perder nunca el privilegio de mirarte a los ojos y sentir que se me llena el corazón de dicha.

Ahora vuelvo a sentarme y te pienso (léeme hasta en los márgenes, como si me leyeras por primera vez).

2 comments :

Francesc Cornadó dijo...

Buen texto. Es una reflexión que me planteo a menudo, de momento prefiero la mirada racional, apolinea, la que incide sobre el cerebro más que incide sobre el corazón.
Temo la emoción desbordada, el arrebato...
Saludos
Francesc Cornadó

Pedro M. Martínez dijo...

No sé qué decirte, Francesc Cornadó, a veces la emoción desbordada da sentido a toda una vida controlada. Cierto es que en esas veces te juegas mucho, a veces todo ¿merece la pena? Solo lo sabes si das el paso.
(Una vez no me atreví a dar ese paso)
(Alguna vez sí)
(¿Mereció la pena?)
(Si lo cuento ahora me quedo sin material para escribir)
Saludos.

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