Lázaro
Me estoy quedando sordo, apenas escucho ecos de cuando ella estaba, fragmentos de risas que me acuchillan la espalda, retazos de conversaciones que no entiendo.
Como un hambriento Lázaro, acuclillado bajo la mesa, espero las migajas de su voz, las palabras que calmen esta ansiedad mía, espero los mendrugos de una mirada que no me mira, toco la orla del mantel para así tocarla, veo sus piernas moviéndose en la oscuridad de no verla, me muero del deseo de acariciárselas.
Y no sé si esa parquedad es producto de un sillón mal colocado, de la mujer que en él se sienta, de un lánguido transcurrir de los minutos, de una lucha de arcángeles en el pecho, de un demonio tentándote o si el frío de hoy me dicta estas frases inconexas.
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