lunes, 5 de septiembre de 2022

Gérard Uferas © Musée du Louvre

 


Un día disfruté de la hermosura de la traición, tú no sabes querer y la puerta se cerró, me quedé en el quicio, sin apuro, sin tocar en la madera leve, en la aldaba de bronce, en el corazón que corría. Justo entonces empezó una lluvia negra. Thomas Mann sostenía que el arte es moral cuando despierta la conciencia, así se lo planteé al hada envenenada, aquella que utilizaba una varita mágica estropeada, incapaz de convertirme en príncipe azul, continuidad en los parques y en mi estado de batracio. Croac.

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