Búnker
Parker perdió su brújula y va de acá para allá, lo mismo está escudriñando la Gomera desde Teno, en un estado próximo a la criogenización en aguas gallegas o de forma voluntaria recoge basura en la Punta del Boquerón, detrás del búnker. Eso va así y le alabo el gusto porque son cuatro días (la vida) y ha calculado (Parker) que entre el tiempo que pasa dormido, algunos miércoles lluviosos, que te pilla una pandemia (muchos no son conscientes de lo trágicos que han sido estos dos años), la visita al urólogo, las comidas con los amigos, etcétera, es que no le queda tiempo para nada (piensa él). Que escriba (le dicen), que lea (le ordenan), que no pase tanto tiempo sin hacer nada o (le amenazan), que què piensa de la vida (le preguntan). Parker se encoge de hombros y sigue a lo suyo que consiste, básicamente, en ser consciente de que ayayayay esto es lo que hay; aleluya, aleluya, cada uno con la suya (se refiere a que cada uno con su vida, con la que le ha tocado o escogido, que esa es otra); disfrutar cada minuto con lo que tiene (poco o mucho, eso siempre es relativo, comparado con quė, con quién) y estar feliz en lo sencillo, en lo natural, en lo básico. Eso. Ah y hacer el bien sin mirar a quién. Parker no es sabio pero tiene la conciencia tranquila (o eso dice).
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