Números primos hermanos
De Bilbao a Santander, cien kilómetros, llueve a mares, tengo demasiado trabajo, frío, sueño, hambre. Sigo atado a un bolardo emocional, lo necesito para seguir aquí (y allí) (y allí). Me siento expuesto en el escaparate de una pastelería blog, tarta que entra y sale de este absurdo frío de septiembre, que no se derrita la cobertura del chocolate, que aún no, tocarla con el dedo y chuparla después con los ojos en blanco, dulce golosina, néctar, así. Creo que todo esto ya lo he dicho antes (¿antes de qué?). Esta es literatura de bitácora, circular, inexacta, absurda, sin principio ni final. Hoy no tengo el día, será la lluvia. O el frío.
-Oiga, aquí es verano ¿qué dice?
-Perdone, no hablaba con usted.
-¿Tiene algo contra mí?
-De momento, no.
¿?
-¿De qué desierto?
-A usted qué le importa, no ve que soy anónimo.
-Vale, corto y cierro.
“Los números primos sólo son exactamente divisibles por 1 y por sí mismos. Ocupan su sitio en la infinita serie de los números naturales. Son números solitarios, sospechosos, y por eso encantaban a Mattia, que unas veces pensaba que en esa serie figuraban por error. El primer curso de la Universidad había estudiado ciertos números primos más especiales que el resto, y a los que los matemáticos llaman primos gemelos: son parejas de primos sucesivos, o mejor, casi sucesivos ya que entre ellos siempre hay un número que les impide ir realmente unidos, como el 11 y el 13, el 17 y el 19, el 41 y el 43. Mattia pensaba que él y Alice eran eso, dos primos gemelos solos y perdidos, próximos pero nunca juntos. A ella no se lo había dicho. Cuando se imaginaba confiándole cosas así, la fina capa de sudor que cubría sus manos se evaporaba y durante los siguientes diez minutos era incapaz de tocar nada.“ (La soledad de los números primos.-. Paolo Giordano)
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