Domingo
La
cuestión es que uno viene aquí (también) " para hablar de su libro" y
después de chocar contra la pared ("se traspasa", no es cierto) debe
dedicarse al viejo truco de esparcir música y poesía (ajena) por los campos
como un san Isidro sin bueyes ni arado ni mucho menos vocación ni ángeles que
le sustituyan en sus fines de no es lo mismo predicar que sembrar trigo o algo
así que en estas mañanas en calma te entran ganas de salir a quemar conventos o
perderte en un bosque a fisgar pájaros o, que se yo, llamar a las antiguas
amantes y decirles que estás vivo, que respiras, que el sol ha salido y las
riberas están llenas de cangrejos (ahora no puedo llamar porque en la
residencia de ancianas están aún sirviendo los desayunos) y está llegando el
momento de soltar la jauría, restregar el hocico de los mastines con el olor del
fracaso, con el hedor del miedo, gritar en los caminos y correr sin descanso
hasta llegar a ningún sitio, ¿dónde estoy?, que los árboles me hablan y la
música es esta nota repetida en fa, puro jazz, improvisación de domingo sin
iglesias ni mantos morados, comunión de cuerpos desnudos en las dunas, ahí al
lado, las alondras cantan con el leve movimiento de los juncos y hay resaca de
alcohol nocturno y bandas con himnos de revolución mientras todos beben y ríen
y la realidad está lejos, las tragedias, Siria está tan lejos, es domingo y puedo
escribir versos, dar besos, olvidarme o recordar, levantar la esquina del
misterio o enterrar las voces que por las noches me susurran que la vida es
ahora y pasar de puntillas por los hospitales y el miedo, no se vayan a
despertar los agoreros y tengamos la fiesta en paz, febrero va, vamos con mi
abrazo y mi sonrisa, que tengáis un buen día.
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