No hay que poner la cara
Este mundo del aire es curioso, lleno de vanidad, ansiedad, una mezcla de mentiras, medias mentiras y una verdad, egoísmo, excitación, dependencia, generosidad, inteligencia, competencia, altruismo, inseguridad, silencios, grandes voces, fobias, arte, manías, rutina, amor, sí, amor, es decir la vida.
Recuerdo que en un tiempo acostumbraba a entrar al blog de alguien que escribía bien. Sus textos tenían muchos comentarios de lectoras impresionadas por sus metáforas atrevidas, temas románticos, habilidad para recrear situaciones amorosas de fácil identificación. Él contestaba a esos comentarios de manera ágil, divertida, incisiva. Era una buena página.
Un día escribió sobre una grave enfermedad que casi acaba con su vida. Yo había sufrido la misma enfermedad unos meses antes y esa coincidencia nos dio pie para iniciar una correspondencia que duró varias semanas en la que nos contamos nuestras cuitas hospitalarias, en la que supimos que nuestras ideas políticas eran contrapuestas, nuestras ilusiones y sueños muy parecidos y que estábamos muy aliviados por haber superado aquella crisis de salud.
Siguió con su buen hacer literario, textos interesantes y abundantes y cariñosos comentarios con firmas femeninas.
Un día cambió la cabecera de la página y en una esquina colocó su fotografía. La verdad es que no me lo imaginaba así, era un tipo más bien poco atractivo, no sé si feo, vulgar, con una barba descuidada, gafas, una sosa sonrisa.
Desde ese día los comentarios disminuyeron.
Seguía publicando, escribiendo bien, con imaginación, incluyendo hermosas fotografías y su cara seguía ahí, arriba a la derecha, mirando a quién entraba en el blog.
Al de pocos días no tuvo ningún comentario.
Al de dos semanas lo cerró.
Nunca más nos escribimos, no he vuelto a saber de él.
Escribía bien pero era feo, no se puede tener todo.
2 comments :
A ella, que se descubrió desde el principio como una mujer sentada en un banco, del que podría ser cualquier jardín, con aires de tempestades, a ella, como digo, la historia fue contraria a la de aquel que se mostraba con el corazón en un plato.
Ambos se encontraron sin necesidad de saber si había más allá de lo que deseaban mostrar, solo sus desvaríos, esas historias sin pies ni cabeza, los comentarios en consecuencia, los abrazos “pecaminosos” que nadaban entre tiburones, nada más; pero hubo un día en el que uno de ellos se mostró, así, tal cual, y el dibujo trazado en la mente del otro empezó a difuminarse, allí donde la venda, apareció un bigote, donde las manos, un báculo…y aquellos cuentos dejaron de ser una ventana abierta. Ahora lo podía tocar siempre que se dejara.
Aquella mujer de la que hablo deseó que el señor Parker existiera, aunque solo fuese para decirle al oído cuanto lo echaba de menos.
Madame Nikté, lamento darle malas noticias, por lo que él me ha dicho, Parker no existe. Este servidor escritor de usted tampoco. Ya que estamos usted tampoco existe o sea que vamos a ver cómo arreglamos esto. Empecemos por el cariño, que se le coge cariño, oiga, a usted, que entre voz y risa transmite tanta alegría que contagia, algo así como un virus tierno que hace que se le quiera. No voy a hablar de sus comentarios en el blog porque además de inteligencia, salero, sentido del humor, transmite cariño y desenfado, como si estuviese escribiendo sentada en una vaca rosa y con un florero en la cabeza. Es que son muchos años de intercambio emocional, de admiración y respeto por mi parte y vaya usted a saber de qué por la suya. Este mundo del aire tiene esto, se puede querer sinceramente a personas que no se conoce en vivo y en directo (sobre conocerse en vivo y en directo podría escribir no un cuento sino las obras completas de Pio Baroja, pero ahora no viene al caso). Pues eso, que muchas gracias por esto de hoy y por todo. Beso su mano (la derecha y si procede las dos)
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