Los desagües del silencio.
Sé
que aquí está bastante de lo que sé, el pálpito, las premoniciones, la inquietud
saltando como un bicho verde, los recuerdos tamizados sobre el paño del regato
manso de saber que no, que sí, que aquí no se queda nadie y mientras tanto ¿qué
pasa?, un día no llegan barcos ni grita el cartero, que es subir y subir sin
cima, que es bajar y bajar y a veces parece que esto es ya el infierno
con el manual de las aventuras entre los muslos ensimismados y la piel
aprendiendo las últimas lecciones de la soledad. Renuncio a los jardines y a
las excursiones fuera de la cuadrícula, al aliento maquillado y a los besos
como una condena gris. Arrecia el viento y no se van las nubes negras,
guarecido en este alpendre en el que me acumulo como otro trasto más, se me
está escapando la sensibilidad por el desagüe del silencio.
¿Ya?
Sí,
me pongo la túnica y nos vamos, quiero aprender a ser otro.
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