Stoner
Quiso
encontrar en otros lo que en él ya estaba.
Se
perdió.
Y así
sigue mientras llueve en junio, una lluvia que le llena de tristeza, de
melancolía, quizás este primavera sea rara, los días se le están haciendo
demasiado largos, esperanza de agosto, cuando vuelva a ver a Marie. Quizás para
entonces ya pueda caminar.
Vamos a
ver cómo resuelvo esto del humo, lo de hacer el amor en el trastero, la
extravagancia de querer comerme la mañana a bocados, sin semáforos, con música
de Respighi por las aceras, es culta la ciudad donde viven mis amigos, la
multiplicación de saludos por si algún día alguien inventa carretillas que
lleven tiempo dorado, agujas de gramófono para los discos del sótano, monedas
de cincuenta céntimos sin agujero, aquellos billetes arrugados con la cara de
Cervantes, la mano en el hombro del que nos precedía, reata de caballos pardos
montados por ciegos, relojes anoréxicos y estorninos alterando el parque que
desde aquí veo, comer cerezas y no me sale escribir tumbado, es incómoda esta
postura, me pica la pierna, Marie no ha llamado, no hay pan para comer, me
faltan cuarenta y tantas páginas para acabar el Stoner que me recomendaron, me
aburro, me aburro miserablemente y lo que me queda. Maldito retrovisor, no le
vi llegar, salió de la nada, sigo en la nada, soy un maldito cojo de la nada.
Así eran aquellas mañanas en
las que el mal tiempo y su convalecencia obligaban a Parker a quedarse tumbado
frente al ventanal, mirando la calle, el
ajetreo de coches y viandantes ahí abajo, lejanos. Fue un accidente
fortuito pero se produjo en un momento especial, cuando su carrera había
alcanzado un interesante punto de ingresos y reconocimiento. Dos meses de cura
y reposo antes de la rehabilitación, una eternidad para su vida nerviosa,
ajetreada. Tener calma era el primer ejercicio.
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