Ropavejeros.
En
esta prendería de la red es posible poner rostro y voz a nuestros deseos,
vestir a nuestro gusto lo que no son sino líneas torcidas y buena voluntad. Los
milagros mienten y cuando la lluvia repetida de los días deja ver el auténtico
color del edificio sabemos que la ventana camuflada daba a un patio trasero
donde se apilan los cachivaches grises del tedio, del miedo, del hambre de los
otros, de la fachada del otro. Aburrimiento.
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