Twombly again
Cese la poesía y la mentira de los artistas subvencionados a quince céntimos la letra, a tanto la rima, a cuanto la inspiración en la voz, el seco golpe del martillo, el quejido, el rasguear de una guitarra, los garabatos a real, los lamidos se recompensan con una firma.
Cese el oficio de una mano extendida y un poema retorcido en la otra, nómadas de la conjetura, ventajistas jugadores del verbo, amantes de Dante aborrecidos por políticos ansiolíticos con rostro de pez que lo mismo te ponen el laurel que te birlan la cartera, innoble oficio de ofidios voluntarios.
Con un gorro de piel de orgullo indago entre las muñecas descabezadas sobre los escombros, ruinas en la periferia, aldeas arrasadas bajo las aguas de presas rotas, un campamento de supersticiosos, un crepúsculo pintado entre los árboles, Twombly interpretando a Cómodo desde tan lejos que no hay gladiadores ni espadas que hieran la blanca piel del luchador.
La vanidad me impide pasar de largo, me paro aquí, hoy, ahora, te miro ¿qué?
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