…Son
importantes demasiadas cosas, el verbo, la palabra madre, las cartas vengativas
que encuentro en los cajones con mariposas venenosas, corales y rencor, las que
no supe contestar, el rechinar de mis dientes, de las muelas con y sin juicio,
un castigo, por eso nadie me ve, por lo que no hice, ¿será posible?, castigo de
Dios que decían algunas abuelas, ¿Dios se mete en estas
mezquindades?, que llevo bordadas mis iniciales en la ropa interior por sí,
pero no, si no me ven ellas, como para sí. Tengo rotas las ganas, sí, estoy menguando,
antes era más alto, unos treinta centímetros más, aquella apostura, ahora mis
pisadas son leves, se alargan los adioses como trenes en una noche de estrellas
negras, no me ven, no hay murmullos, ni fiebre, ni ojos detrás de las cortinas,
inventario de infidelidades, cuadros torcidos, soy el que era, ¡eh!, pueblos
desiertos, puertas sin llave y yo aquí, como un gato mojado pintado en la pared,
un grafiti, que no, coño, soy un hombre,
vivo, fiebre del domingo por la noche, aquí llueve en junio, era el
que más, ahora el que menos, después de dos vueltas al mundo me he perdido en
mi barrio, ¿quién soy?, la muerte como un búho en mi hombro de hombre,
delicado, un san Tarsicio guardando en el pecho lo sagrado, pasan los
centuriones y nada, pasan los romeros de Almonte y nada, pasa todo dios y no me
ve, todos fuimos alguien alguna vez, fui, algo, no saben si soy, no me miran,
parpados cerrados, mentes con cortinas, joder, voy a cortarme una oreja, curar
la herida con luciérnagas y nieve, anegar los pozos con nitrato de plata,
proclamo mi sensación de inexistencia, la desposesión de mi caudal anímico, la
resurrección imposible, la memoria, de mirar hacia dentro no veo lo de fuera,
pero estoy, mira, mira. Estoy aburrido de que todo el mundo me ignore, de
parecer invisible, voy a teñirme el pelo de azul.
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