Otro día lo cuento
Para hoy sábado tenía pensado contar una historia de “cuando la guerra” pero incluso este término imagino que no será comprendido.
¿Qué guerra, de qué habla? ( pensarán).
Y es que hay ser muy mayor, tener buena memoria o al menos interés por lo que ha pasado, por lo que pasa, por lo que puede pasar.
No te agobies, tío, disfruta, qué cenizo (dirán).
Era una historia bonita, a pesar de, una historia de niños y madres memoriosas, de cuentos a la luz de una vela en un caserío perdido en las montañas de Vizcaya, una historia de vida y esperanza, de dolor y de amor, de supervivencia, de miedo y tierna mirada infantil, de resignación, de sueños rotos, de recuerdos que duelen en la memoria y que hay que sacar como sea.
Qué pesado (concluirán)
Solo tengo que sentarme y poner en orden las palabras, evocar las voces en una cocina soleada con mujeres hablando de esto y aquello, describiendo con elegancia situaciones terribles, alegres, animosas, riendo a pesar de contar cosas tremendas, de sugerir ausencias, desaparecidos, destrucción, muerte, tanta muerte, de ser felices con nosotros, niños jugando en el suelo aparentemente absortos en nuestra corta edad. Pero no.
Qué ganas de amargar la mañana, me voy a otra página (decidirán).
Es igual, es sábado y también quería estar aquí. Vale, otro día lo cuento.
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