miércoles, 20 de marzo de 2019

(Risas)




Amada mía,  por tantas cosas que tú sabes o no sabes, quiero recuperar todos los otoños, buscar por las esquinas de la memoria aquello que te evoque, gritar por los desiertos hasta tropezarme con lo imprevisible, renacer.

En lo más profundo de esta gruta sin imágenes, sin lenguaje, levantaré un monasterio, seré un tonsurado monje ferviente, orando hasta que regrese mi voluntad de volver. Aún debo saber dónde.

Mientras tanto escarbo en los paisajes oscuros, en el musgo,  en la sombra de las estrellas, busco algo que me devore de impaciencia y deseo, espero aquello que ignoro, quizás el sexo, quizás una palabra, ven.

No te olvido pero está terminando el tiempo de la vendimia y esta absurda música del destino incierto me aburre, tanto.

Te cuento que todo esto ya me da risa.

Te cuento que ha vuelto a llover y que el amor no tiene piedad ni paciencia, quiere consumarse mientras brilla y arde, el amor es la rebelión de lo lógico.

Te cuento que eres la huella y el pasado, mi artimaña para seguir aquí, que eres un tren que circula de noche, sin paradas en esta estación.

Y aun así.

(Risas, de ella)

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