Que te mueres, oye.
Adger W. Cowans
Mi nombre es…bueno, ya me conocéis, estoy por esta esquina cada día. Hoy voy a contaros el día en que casi me muero. No exagero. No fue el alcohol. No fue el humo, no. No fue el desdeñoso podemos ser amigos de Julia. No sé si fue un bicho malo, mierda, algo así fue.
Resulta que andaba normal, cantaba entonces aquello de "Para ver el mundo en un grano de arena / y el cielo en una flor silvestre / abarca el infinito en la palma de tu mano / y la eternidad en una hora." que no es de Blake (William) sino de Dylan (Bob) pero al intentar subir corriendo a mi casa, vivo en un quinto piso, como cada día, en el cuarto escalón desfallecí, me faltaba el aire, me senté en la escalera, resollando, maldición, estoy viejo, pensé, y subí pasito a pasito.
No le di más importancia. A lo largo de la semana me sentí cansado y melancólico, apático. La gripe, me decía. Mierda, tenía partido el domingo. El viernes fui a trabajar, con el camión. Al mediodía sentí que me faltaban las fuerzas. Entre al bar donde suelo comer. Entré al wc. Luego caí entre nubes. Calor en la nuca. Cabalgaba en un paisaje verde. El viento me agitaba los cabellos. Desperté en el suelo, ovillado, sudoroso. Recuerdo después la sangre y un fuerte olor a miedo. Alguien tocaba la puerta. ¿Te encuentras bien? La ambulancia. ¿Me das la mano? Aquella enfermera rubia de generoso escote. Tranquilo, enseguida llegamos. No sentía nada, dolor ni nada de eso, solo miedo. Apenas podía levantar los brazos. ¿Qué me ocurre?. La rubia, estamos llegando, no te alteres. Mierda, ¿eso era morirse?
Llegados aquí, la verdad, debo decir que no recuerdo si morí entonces o no. Es lo que tiene llegar a una edad avanzada. Vi la luz blanca. Se me apareció un hombre/mujer que me llamaba con voz obscena. No era la ginebra. No contaré lo de las máquinas ni los tubos que me metieron por la garganta, los pinchazos en los brazos, vivía colgado a una máquina, a varias. La rubia no volvió a aparecer. Una monja sí, dos, varias. Hicieron con mi cuerpo lo que nunca nadie había hecho antes. Aún así no me aficioné, creo. Había perdido toda la sangre, unas úlceras sangrantes, me dijeron. No sé si antes de morir o me enteré luego. En resumen, mierda, que me atendieron bien. Julia no apareció por el hospital.
Ha pasado un año, o dos, o doce, yo qué sé, no recuerdo quién soy, mucho menos quién era, escribo esto para recordar, hago esfuerzos por recobrar la sonrisa, la ceja levantada, la ironía pero solo me sale esta mueca, este farfullar sin medida ni demasiado sentido. Perdonar. Quizás esto lo está escribiendo otro. Mierda, yo qué sé, ¿de qué color se escribe desencanto?
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