En sábado
Es
sábado, llueve, a mares.
Apenas
recuerdo el rostro de aquella mujer, sus movimientos lentos, el contorno de sus
caderas, su risa.
La
amistad es un puente, un noray, un punto de partida, un refugio, un remanso, nunca
un consuelo.
El
tiempo es limitado, un suspiro, apenas recuerdo que pasó ayer, sé que es
sábado, me acerco a la ventana y fuera llueve.
Un
gorrión se esconde bajo el alfeizar.
Imagino.
Podría
escribir ahora muchas historias, muchas, infantiles, de hadas, guerreros y
dragones, de lágrimas o risas, de barcos embarrancados en la marisma, de
gitanos en el monte mirando el patio del penal, de vecinos insinuándose
en los callejones, de gatos temerarios y gaviotas en el puerto cuando entran
los pesqueros repletos de sardinas, de un olvido y tres recuerdos, de
amantes acariciándose en una habitación de hotel en Roma, de mujeres
desplumando ocas en una cálida cocina, de una niña que suspira
entre sábanas frías, del viento agitando las persianas, de un perro solitario
rebuscando en las basuras, de un hombre caminando por la playa ajeno al
temporal de poniente, de lo que sentía cuando me perdía en los ojos de aquella
mujer que apenas recuerdo, cuando apenas podía defenderme de su mirada que me
veía entero. Levanto murallas. No contaré nada más, no.
El
tiempo es un enemigo que no ceja en la batalla, que no retrocede, que no se
rinde, que siempre gana.
Llueve
sin cesar.
Imagino.
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