Parker y la sequía
No llueve, no llueve desde hace semanas, pero Parker
busca a Marie bajo una cornisa de comprensión, under the boardwalk,
ahí, al lado del paseo, junto al mar, escucharlo siempre le reconforta, aunque
no haya nubes y a él le gusten las tormentas y esa resaca que se come hasta a
las gaviotas del atardecer, cuando están desprevenidas y
son días de celebraciones, de vuelta a casa, quién la
tenga, también quizás, de pensar eso de quién es, dónde va, de dónde viene,
Parker duda que haya más preguntas mientras por delante se presente un
camino de días monótonos o alegres, carpe diem, porque cuando
excepto cuando Marie pone su voz del otro lado, de su
zona oscura, cuando con ese tono seductor le alborota entero, le disturba, le
conturba, le sube la temperatura, le deja hipnotizado por su belleza, le atrae
como a un animalillo deslumbrado en mitad de una carretera oscura, mirando los
faros de ese coche (ella) que, sin duda, le va a atropellar, sin remedio
los dos saben que no se convienen (cuantas veces se
han dicho eso), pero se hacen la vida más vivible, más emocionante, más dulce,
más digna de ser vivida. De forma absolutamente insospechada, cuántas cosas han
compartido, sentido, gozado, conocido, descubierto dentro de ellos, cuantas
emociones, sentimientos, cuantos misterios, milagros, capacidades,
posibilidades, potenciales. Marie no sabía que era un orgasmo, ni que podía quitarse la ropa tan rápido delante de un hombre y no morir
en el intento, que amar es bello y que el deseo puede borrar versículos
enteros de su cabeza (esos que tenía tan grabados y que reaparecen cada poco) y
que
entonces fue lo del terremoto emocional y tantos daños
en personas, tantos daños materiales
es que los hombres y mujeres proponen y la Madre
Naturaleza dispone hasta que
0 comments :
Publicar un comentario