Cada día
Male and Female” 1942–43, by Jackson Pollock
Memoria. Esperaba a Begoña en una esquina de su barrio. Las vecinas me saludaban al pasar. ─Hoy tarda ¿eh? Era casi un niño. No recuerdo en qué pensaba. Canturreaba. Miraba la raya del pantalón largo, me atusaba el pelo. ─Ama, ¿voy bien peinado? Hablo de antes de todo, de un lugar preciso en un tiempo preciso. Ella bajaba tarde, ni me miraba y seguía caminando. Me ponía a su lado, o siguiéndola, sin hablar. Mi amor no necesitaba palabras, tampoco sabía las que debía utilizar. Era verano o invierno, siempre estaba ahí, en aquella esquina, esperándola.
Paseábamos junto a las vías del tren, de la mano. Nos besábamos en los cines, junto al depósito de agua, detrás de las zarzas, en lo oscuro. Descubrimos la buhardilla mucho más tarde.
La anciana nos cobraba una miseria. Cuando llegábamos se iba, con su gato. El cuarto era humilde, escueto, limpio. Del patio llegaba el soniquete del rosario en una radio.
Nos acariciábamos en silencio.
Mi amor era invisible, mi deseo un acantilado, mi cuerpo arrinconaba al espíritu extasiado que pugnaba por la pureza de una voz de tronos y dominaciones. Ella defendía su primera vez. ─No estoy preparada ─ decía ─.
Las manos, mis manos, aunque inexpertas en botones y presillas, eran atrevidas y rápidas, audaces en encontrar suspiros y jadeos, en perderse bajo los límites de su falda, de su boca entreabierta, en humedades y rocío. Hablábamos poco. Mirábamos nuestros cuerpos desnudos como dos estudiosos de anatomía. Nos tocábamos despacio, ella no tenía prisa.
Quizás fui torpe, ansioso, no supe, quizás estaba demasiado preparado, me precipité.
Se enfadó.
No volvimos a la buhardilla.
No volví a esperarla en aquella esquina.
Jackson Pollock Circle c. 1938-41
─Te has cortado el pelo. ─le dijo la anciana ─
─No señora, no me ha visto nunca antes, me llamo Carmen, ¿cómo está usted?
Se fue y nos dedicamos a lo nuestro. Con ahínco. Los dos teníamos prisa.
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