Club 21
Club 21.
Fran Lebowitz me lo ha
recordado. Camines lo que camines, New York es demasiado grande para abarcarlo.
A mí el Club 21 (1) no me decía
nada, su fachada sí me parecía elegante con esos 35 jockeys (2) no sé si
brindando o llamando a los paseantes. Miré de pasada su carta y pensé que no
era para mi economía.
No fue sino hasta el siguiente
viaje, habíamos pasado la mañana comprando camisas entre la
Quinta y la Sexta, embriagados por el embrujo de Manhattan. Nos pareció ver
a Audrey Hepburn en el escaparate de
Tiffany pero no era (aquella señora se
parecía bastante, eso sí). Hacía mucho calor en la hora de comer, el azar (¿?) nos
dejó frente el 21. ¿Entramos? Vamos allá. Yo
llevaba una camisa de manga corta -No
puede pasar así-. El club exige un
mínimo de respeto indumentario. Aparece el maitre, encantador -no se preocupe, pasen, pasen, le dejamos
una chaqueta-. Antes de comer es costumbre tomar un cocktail. -Dos dry Martini (3), por favor-. Como a Teresa
le parece fuerte, me tomo los dos antes de una sopa con siete sabores diferentes. Nunca he saboreado nada igual. El segundo
plato es igual de extraordinario. -Otro
dry Martini, please-. A nuestro lado está sentada una señora que teclea su
Mac y no quita ojo al pañuelo con el que
Teresa cubre sus hombros. Empiezan a hablar. La señora viene de hacer una
entrevista a Ivanka Trump y está contenta. Hablan y hablan y apenas entiendo porque a estas alturas de la ginebra ya no sé en qué
idioma se comunican pero alrededor todo
es maravilloso, hay pájaros volando y flores esparcidas entre nubes rosas
Disney. Se hacen amigas. La señora del
Mac nos invita a visitarla en Greenwich
(Connecticut) y ese es el comienzo de una historia sorprendente. Lo contaré otro día, ahora estamos hablando
del Club 21. Vuelve el maitre -¿todo bien?-, profesional y amable
nos invita a conocer el restaurante y en un correcto castellano nos enseña
rincones, cuenta historias y el Martini no me impide sentirme muy afortunado. Cuando
pago olvido el precio porque entre otras cosas es correcto, asequible, más
barato que muchos restaurantes de aquí (4). Volvemos al hotel, encantados,
sonrientes, prometiéndonos otra visita
al Club 21 en el próximo viaje.
Ahora el virus decide, Fran
Lebowitz me lo recuerda y leo en el periódico que el Club 21 cerrará sus
puertas definitivamente después de 90 años de historia (5). El mundo que he
conocido se va a la mierda.
(6)
(1) https://www.belmond.com/es/restaurants/north-america/usa/ny/new-york/21
(2) Las estatuas de los jockeys
de la fachada del restaurante Club 21 de Nueva York fueron creadas como
elemento decorativo en el siglo XIX. No hace mucho algunas de ellas fueron remodeladas
porque los rasgos que representaban a hombres afroamericanos fueron
considerados racistas por el estereotipo que habían seguido en su factura.
Ahora son políticamente correctas.
(3)¿Cómo preparar un buen Dry
Martini?
La elaboración es sencilla:
está compuesta por 4 parte de Ginebra, una parte de Vermouth seco, un twist de limón y una aceituna verde.
Para su elaboración debemos
verter el Vermouth seco y la Ginebra en
una coctelera con abundante hielo, removemos bien la mezcla, y servimos con
cuidado en una copa de cóctel, a continuación, perfumamos la copa retorciendo
la piel de limón, es lo que se conoce como twist y decoramos con una aceituna
verde.
(4) me refiero a mi aquí que
estaré gustoso de definirlo si alguien me lo pide.
(6) Dejo para otro día el
momento surrealista en el que fui al servicio para cambiar mi camisa por una de
las que me había comprado de manga larga.
El diálogo o algo parecido con uno de los empleados, un señor de cierta edad,
afroamericano, malhumorado, posiblemente mal hablado, él con una escoba, yo con
el torso desnudo quitando las etiquetas a la camisa, mirándonos a los ojos y
dedicándonos frases interculturales, él decía no sé qué de motherfucker y yo no me quedé atrás aunque en realidad no
tenía nada contra su madre ni contra él. La cosa no llegó a mayores, solo los
dos fuimos testigos.
6 comments :
Entrar en Manhattan contigo en ese tiempo cercano, con todo aquello que representaba lo habitual. Viajar, hacer compras, entrar en el Club 21 como tú y tus circunstancia (Yo no no entré, siempre estaba por las calles con un espectáculo en cada paso. )
Y la idea de continuidad, cuando volvamos. Y de pronto, todo se resquebraja.
No solo el Club 21, ya antes se había cerrado el Tortoni, en Bs As, con toda la historia literaria, firmas y fotos en sus paredes y supongo que así irá cayendo todo como los iceberg en primavera.
Qué buena la información y los aditivos :)
Gracias por el Dry Martini, yo me atrevo con el Martini solo.
No vale preguntar cuánto ¿verdad?
Y otro de los detalles imprescindibles en aquel NY, estar siempre preparados con distintos atuendos que por cierto toda America tiene esos "detalles".
Qué bueno recordar, puede que ya todo empiece a ser historia antigua o no.
¿Te puedo decir excelente?
A mi me has llevado a un lugar que no conozco, he sentido el Club 21 y hasta el sabor del dry Martini.
Por lo que veo, ya no conoceré nada de eso.
Pero si me lo vais contando me traslado allí con la mente, que no está mal.
Gracias por este viaje inesperado.
Besos de lunes.
Luz a veces pienso que debería escribir solo de lo que he vivido/vivo, no me haría falta demasiada imaginación. Es lo que hacía en aquellos primeros tiempos de Mízar y después de Blogia. Escribir en un blog/glup, anónimo, me permitía escribir de la/mi realidad sin problemas de identificación. También me servía de terapia. Ahora tengo que inventar, disfrazar, exagerar, mentir, imaginar (es decir escribir) y también lo paso bien pero es menos terapéutico (por algo se inventaron los confesores, los psiquiatras, los amigos del alma)
NY me parecía una ciudad demasiado lejana, un imposible. No hay nada imposible, en absoluto. Como la de hoy tengo historias de ahí para llenar todo el calendario de febrero, marzo y parte de abril. Lo mismo las escribo y comparto.
Por cierto, me resisto a admitir que todo empiece a ser historia antigua, soy profundamente optimista.
Un beso agradecido.
Moony-A media luz, no te preocupes, aunque haya cerrado el Club 21 siempre podrás ir a comer al Saibigain en Barrencalle Barrena que por un precio módico saldrás encantada. O en el Maypu en La Ola, sopa de ajo y cabrito, excelentes. Ah, la merluza al horno la bordan. Etcétera. No hay que ir muy lejos para comer bien. Para aventuras y exotismo sí hay que moverse más. Como ahora no podemos movernos muy lejos dejaremos el exotismo para cuando podamos. Y mientras lo soportaremos. Ánimo. Besos de final del día (pero todavía están bastante frescos).
Hola, Pedro:
Qué anécdota tan buena y tan bien narrada. Todas estas situaciones de una "vida anterior" me sumergen en melancolía, aunque las anécdotas no sean mías. Por suerte, siempre nos quedará el vermú, sea en el cóctel que sea.
Un saludo.
Hola, Dorotea Hyde, me voy a dedicar a contar anécdotas, tengo muchas (por la edad, no creas). La vida anterior se está quedando cada día más lejos, espero que no se nos olvide. Ese sitio era muy especial, lleno de historia.
El vermú es una costumbre muy saludable (los del 21 son todo ginebra con un aroma de vermú.
Saludos.
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