lunes, 18 de enero de 2021

Club 21

 


 Club 21.

Fran Lebowitz me lo ha recordado. Camines lo que camines, New York es demasiado grande para abarcarlo. A mí el Club 21 (1) no me decía nada, su fachada sí me parecía elegante con esos 35 jockeys (2) no sé si brindando o llamando a los paseantes. Miré de pasada su carta y pensé que no era para mi economía.

No fue sino hasta el siguiente viaje, habíamos pasado la mañana comprando camisas entre la Quinta y la Sexta, embriagados por el embrujo de Manhattan. Nos pareció ver a  Audrey Hepburn en el escaparate de Tiffany pero no era (aquella señora  se parecía bastante, eso sí). Hacía mucho calor en la hora de comer, el azar (¿?) nos dejó frente el  21. ¿Entramos? Vamos allá. Yo llevaba una camisa de manga corta -No puede pasar así-.  El club exige un mínimo de respeto indumentario. Aparece el maitre, encantador -no se preocupe, pasen, pasen, le dejamos una chaqueta-. Antes de comer es costumbre tomar un cocktail. -Dos dry Martini (3), por favor-. Como a Teresa le parece fuerte, me tomo los dos antes de  una sopa con siete sabores diferentes.  Nunca he saboreado nada igual. El segundo plato es igual de extraordinario. -Otro dry Martini, please-. A nuestro lado está sentada una señora que teclea su Mac y no quita ojo al  pañuelo con el que Teresa cubre sus hombros. Empiezan a hablar. La señora viene de hacer una entrevista a Ivanka Trump y está contenta. Hablan y hablan  y apenas entiendo porque  a estas alturas de la ginebra ya no sé en qué idioma se comunican pero   alrededor todo es maravilloso, hay pájaros volando y flores esparcidas entre nubes rosas Disney.  Se hacen amigas. La señora del Mac nos invita a visitarla en  Greenwich (Connecticut) y ese es el comienzo de una historia  sorprendente.  Lo contaré otro día, ahora estamos hablando del Club 21.  Vuelve el maitre -¿todo bien?-, profesional y amable nos invita a conocer el restaurante y en un correcto castellano nos enseña rincones, cuenta historias y el Martini no me impide sentirme muy afortunado. Cuando pago olvido el precio porque entre otras cosas es correcto, asequible, más barato que muchos restaurantes de aquí (4). Volvemos al hotel, encantados, sonrientes, prometiéndonos  otra visita al Club 21 en el próximo viaje.         

Ahora el virus decide, Fran Lebowitz me lo recuerda y leo en el periódico que el Club 21 cerrará sus puertas definitivamente después de 90 años de historia (5). El mundo que he conocido se va a la mierda.

(6)

 

 

                                                

(1)                             https://www.belmond.com/es/restaurants/north-america/usa/ny/new-york/21


(2) Las estatuas de los jockeys de la fachada del restaurante Club 21 de Nueva York fueron creadas como elemento decorativo en el siglo XIX. No hace mucho algunas de ellas fueron remodeladas porque los rasgos que representaban a hombres afroamericanos fueron considerados racistas por el estereotipo que habían seguido en su factura. Ahora son políticamente correctas.


(3)¿Cómo preparar un buen Dry Martini?

La elaboración es sencilla: está compuesta por 4 parte de Ginebra, una parte de Vermouth  seco, un twist de limón y una aceituna verde.

Para su elaboración debemos verter el Vermouth seco y la Ginebra  en una coctelera con abundante hielo, removemos bien la mezcla, y servimos con cuidado en una copa de cóctel, a continuación, perfumamos la copa retorciendo la piel de limón, es lo que se conoce como twist y decoramos con una aceituna verde.


(4) me refiero a mi aquí que estaré gustoso de definirlo si alguien me lo pide.


(5) https://elpais.com/gente/2020-12-25/el-mitico-club-21-de-nueva-york-echa-el-cierre-y-se-lleva-los-secretos-de-los-famosos.html


(6) Dejo para otro día el momento surrealista en el que fui al servicio para cambiar mi camisa por una de las  que me había comprado de manga larga. El diálogo o algo parecido con uno de los empleados, un señor de cierta edad, afroamericano, malhumorado, posiblemente mal hablado, él con una escoba, yo con el torso desnudo quitando las etiquetas a la camisa, mirándonos a los ojos y dedicándonos frases interculturales, él decía no sé qué de   motherfucker   y yo no me quedé atrás aunque en realidad no tenía nada contra su madre ni contra él. La cosa no llegó a mayores, solo los dos fuimos testigos.   





6 comments :

Luz dijo...

Entrar en Manhattan contigo en ese tiempo cercano, con todo aquello que representaba lo habitual. Viajar, hacer compras, entrar en el Club 21 como tú y tus circunstancia (Yo no no entré, siempre estaba por las calles con un espectáculo en cada paso. )

Y la idea de continuidad, cuando volvamos. Y de pronto, todo se resquebraja.

No solo el Club 21, ya antes se había cerrado el Tortoni, en Bs As, con toda la historia literaria, firmas y fotos en sus paredes y supongo que así irá cayendo todo como los iceberg en primavera.

Qué buena la información y los aditivos :)
Gracias por el Dry Martini, yo me atrevo con el Martini solo.
No vale preguntar cuánto ¿verdad?
Y otro de los detalles imprescindibles en aquel NY, estar siempre preparados con distintos atuendos que por cierto toda America tiene esos "detalles".

Qué bueno recordar, puede que ya todo empiece a ser historia antigua o no.
¿Te puedo decir excelente?

Moony-A media luz dijo...

A mi me has llevado a un lugar que no conozco, he sentido el Club 21 y hasta el sabor del dry Martini.
Por lo que veo, ya no conoceré nada de eso.
Pero si me lo vais contando me traslado allí con la mente, que no está mal.
Gracias por este viaje inesperado.
Besos de lunes.

Pedro M. Martínez dijo...

Luz a veces pienso que debería escribir solo de lo que he vivido/vivo, no me haría falta demasiada imaginación. Es lo que hacía en aquellos primeros tiempos de Mízar y después de Blogia. Escribir en un blog/glup, anónimo, me permitía escribir de la/mi realidad sin problemas de identificación. También me servía de terapia. Ahora tengo que inventar, disfrazar, exagerar, mentir, imaginar (es decir escribir) y también lo paso bien pero es menos terapéutico (por algo se inventaron los confesores, los psiquiatras, los amigos del alma)
NY me parecía una ciudad demasiado lejana, un imposible. No hay nada imposible, en absoluto. Como la de hoy tengo historias de ahí para llenar todo el calendario de febrero, marzo y parte de abril. Lo mismo las escribo y comparto.
Por cierto, me resisto a admitir que todo empiece a ser historia antigua, soy profundamente optimista.
Un beso agradecido.

Pedro M. Martínez dijo...

Moony-A media luz, no te preocupes, aunque haya cerrado el Club 21 siempre podrás ir a comer al Saibigain en Barrencalle Barrena que por un precio módico saldrás encantada. O en el Maypu en La Ola, sopa de ajo y cabrito, excelentes. Ah, la merluza al horno la bordan. Etcétera. No hay que ir muy lejos para comer bien. Para aventuras y exotismo sí hay que moverse más. Como ahora no podemos movernos muy lejos dejaremos el exotismo para cuando podamos. Y mientras lo soportaremos. Ánimo. Besos de final del día (pero todavía están bastante frescos).

Dorotea Hyde dijo...

Hola, Pedro:

Qué anécdota tan buena y tan bien narrada. Todas estas situaciones de una "vida anterior" me sumergen en melancolía, aunque las anécdotas no sean mías. Por suerte, siempre nos quedará el vermú, sea en el cóctel que sea.

Un saludo.

Pedro M. Martínez dijo...

Hola, Dorotea Hyde, me voy a dedicar a contar anécdotas, tengo muchas (por la edad, no creas). La vida anterior se está quedando cada día más lejos, espero que no se nos olvide. Ese sitio era muy especial, lleno de historia.
El vermú es una costumbre muy saludable (los del 21 son todo ginebra con un aroma de vermú.
Saludos.

Mi foto
Bilbao, Euskadi
pedromg@gmail.com

Creative Commons License Page copy protected against web site content infringement by Copyscape ecoestadistica.com site statistics

Vistas de página en total

Lo que hay.(Desde 08.02.07)

Se quedaron

Así vamos

Aquí desde 08.02.2007

(Antes en Blogia desde 07.2004)

(Y mucho antes en "La tertulia en Mizar")

6.934 entradas