Parker condiscípulo
Con dedos hambrientos Parker
rebaña mermelada de frambuesa del frasco de cristal. Satisfecho su hambre y el
hastío baja los peldaños que llevan de
la luz al abrigo recatado del sótano, libre de silbidos que avisen, al amparo
de toda orquesta desafinada. Es inútil esconderse, la voz está ahí, reverbera
su eco en las esquinas, en el frío. El demonio está en la próxima esquina de
sombra. El miedo está dentro.
Parker cierra la ventana, apoya
la frente en el cristal y escucha la lluvia.
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