Obediencia
Ha
entrado la tristeza del fin de enero detrás de los montes de franela,
aprovechando el silencio de la tarde, deslizándose hasta la ciudad indefensa de
asfalto y soledad, con la palabra crisis colgando de los balcones y los rostros.
Tristeza.
Las
casas, aún las altas, están ciegas como animales subterráneos que hociquean
abajo, aún más abajo, al centro de la embozada verdad, si hubiera una sola, esa
intranquila que bambolea, embotada, desasosegada, mirando con cien ojos este día
con tormentas que nos respiran en la nuca justo antes del despertador, adiós a
los sueños, adiós a la quimera, adiós.
Y obedientes, se van.
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