Parker y la quietud de los planetas
(Alejandro
Rivera Still Life)
Sin
temblar en la quietud de los planetas que sin duda Parker verá girar en las
mañanas de caminar junto al río/ría, como una obsesión de la juventud que en
cada paso se le escapa y se refugia en catedrales y otros desiertos, lámpara de
aceite junto al lecho donde un día amó sin otra defensa que la respiración
entrecortada, la mirada teñida de albaricoques y niños llorando junto a la
parada de autobús, con madres que esperaban la libertad del café y la cháchara,
la mirada de un desconocido como una mano acariciando el sopor del martes y la
línea de los ojos pintada con furia ante el espejo que acusa y no miente,
madres sin dejar de ser hijas que piden ayuda porque el amor no era eso que no
es y los días tan largos y la espera y la postura entre sábanas que no les satisface
y los imanes en el frigorífico, uno por viaje, hace tanto, seis años, los que
tiene el mayor, otra historia, imaginar otras historias ahora que el tiempo se
ha vuelto interminable y puede mirar de frente a los paseantes del tedio,
hombres que nadan defendiéndose en su propio naufragio, mujeres ahogándose en
una isla que barre el viento de la soledad, saber que nunca sabrá pero pararse
en las esquinas a ver cariátides y cornisas, detalles arquitectónicos y mirlos,
ancianos en los parques, para cuando te quieras dar cuenta estarás
donde yo estoy, dice su tía octogenaria, agorera, como aquellos letreros en
la puerta de los cementerios, lo que sois fuimos, lo que somos seréis,
cuando menos lo penséis, mejor gozar de los días, de la amistad, de la
risa, de la simpatía, del sol o de la lluvia, lo que venga, contra las noticias
no por menos ciertas no destinadas al miedo, a aprisionarnos en el terror, a
inmovilizarnos, a neutralizar el espíritu crítico, a defendernos, ya, Parker se
sumerge entre sus amigos víctimas de la celotipia, oh celo, del favor
verdugo eterno, alerta cuando se para a charlar con los jubilados de boina
y cachaba, con las panaderas, con el ciego del cupón, con el que vende rosas,
relojes falsos y calcetines, con la rubia que le mira y mide y el que hambre
tiene con pan sueña y vamos que nos vamos. Parker, pobre.
Lo
que prefiero de tus viajes
es
la risa cuando vuelves.
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