Parker y la coraza.
Parker mira a su
alrededor, está acostumbrado a vivir con una coraza que le acentúa la mirada,
la frase, la sonrisa, el gesto, la aparente fortaleza, la ironía. Tanto es así
que muchas veces ni siquiera llegan a sus oídos las palabras de otros. A pesar
de esto se siente tan necesitado de cariño, de ternura como todos. Este es un
guion repetido desde que recuerda, lo de fuera disfraza lo de dentro. Sabe que
detrás del oficio, del gesto autosuficiente, de la rutina de estar -ser
honesto, legal, fiel, cumplidor, correcto, buen esposo, padre, hijo, vecino,
ciudadano, trabajador, etc- tiene miedo, está confuso, quiere asimilar tantas
aflicciones que se le acumulan por problemas, por trabajo o su carencia, por falta de intensidad, por lo afectivo, por el
aburrimiento, por la necesidad de pasión, por los contrastes, por las
añoranzas, por querer estar en tantos sitios a la vez y no estar en ninguno,
por algún reencuentro con el pasado (que no pasa), porque la vida camina tan
rápido que le deja atrás y es tan corta y es tan consciente de todo, está tan
despierto que no se soporta más en una vida acorazada, de dormido, por
consentir, por seguir haciendo lo que debe y no lo que quiere, por dejar de
lado tantas oportunidades para ser el que es y seguir siendo el que no es, por
no tener creencias, ni maestros, a nadie a quién admirar, nadie ante quién
derrumbarse, nadie que le aconseje, que le señale otros caminos, por ser tan
débil que debe ser tan fuerte, enérgico, aparentarlo, sacar pecho, pavonearse,
presumir, seguir y seguir sabiendo, dios, sabiendo. Pobre Parker, en el fondo
sabe que no hace nada para cambiar, tan apuesto con su coraza brillante.
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