Les enfants s’ennuient le dimanche…
Qué más da que los
niños se aburran el domingo cuando has puesto por primera vez una manzana en la
cabeza de tu hijo y la traspasas con una flecha desde quince metros. La segunda
(vez) te tiemblan menos las manos, como le temblaban a aquel colega que se
tomaba un carajillo, dos, tres, cuatro, a las cinco de la mañana en el bar al
lado de la parada del autobús. Hablo de cuando trabajaba en la acería y la
noche se confundía con el día y no sabía, no sabía, cuando dormía, comía,
bebía, sí, eso sí lo sabía, bebía cuando quería a María (del Carmen), para
reír, para poder hablarla, seducirla, halagarla, atreverme a acariciarla, para
estar ingenioso, para dar volatines. La estirada mujer de un amigo (las mujeres
de mis amigos no son siempre mis amigas) al esterarse que yo había ganado un
premio de poesía en Barcelona me miro con ojos incrédulos y me dijo “jamás hubiera imaginado que
fueras poeta, te hacía más del gremio de los volatineros” , “una cosa no es
incompatible con la otra”, respondí y para demostrarlo me aflojé el nudo de la
corbata, me quité la chaqueta e intenté un doble salto mortal para espanto de
la homenajeada en aquella reunión de serios y acaudalados ciudadanos a la que
algún despistado me invitó y me quedé inmóvil, cabeza abajo, con las piernas
rectas y aunque la sangre se me agolpó en la frente no me despacharon, al
contrario, les hizo mucha gracia tener un invitado acróbata, un ágil poeta,
además les recité aquello de “a un panal de rica miel…” obligándoles, al final,
a gritar “Samaniego”, les encantó, allí, con sus trajes oscuros, sus
conciencias negras, sus esposas vaporosas con vestidos espantosos. Desde
entonces la estirada mujer de mi amigo serio me hace carantoñas en los bautizos
y/o primeras comuniones en las que coincidimos y es que se aburren, nadie puede
cuantificar lo que se aburren (mucho, lo he medido) es misterioso que hayan
podido tener hijos, a veces me los imagino desnudos (a ellos, a ellas no, para
eso soy muy respetuoso) solo con calcetines de esos negros largos pegados al
tobillo, con la tripa desbordada, buscando con agobio el pijama para cubrir su
decadencia, qué horror. Es curioso que también imagino una playa grande llena
de gente desnuda, no es verano y nadie sabe qué hace ahí, todos tratan de
cubrir sus vergüenzas, azorados, con frío, igualados, la mayoría no sabe nadar
y el mar envía ola tras ola, el mar también está desnudo y yo, que miro esta
escena entre divertido y estudioso, algo debe significar. Muchas veces me
vienen a la cabeza estas cosas extrañas, no, no oigo voces, solo a veces,
voces, no me llaman directamente, por ejemplo, estoy solo en casa, no sé,
escribiendo, escuchando música, añorando alguna letra concreta del alfabeto y
de pronto me parece haber escuchado una voz, dice por ejemplo “oh”, o “tú”,
onomatopeyas cortas, jadeos, una vez escuché “alma”, quizás es en lo que estaba
pensando, mi amigo Javi dice que si piensas con intensidad en lo que deseas lo
consigues, no estoy de acuerdo, cuando vamos domingo sí, domingo no, al campo
de fútbol, solemos coincidir dentro de la marea de aficionados con sus banderas
y boinas y gritos, carracas, alcohol, con una dama morena de culo prieto y
melena rizada, qué causalidad, domingo sí, domingo no, sigo ese culo hasta la
puerta cinco que, oh fatalidad, es la puerta por donde también accede ella, no
la he conseguido a pesar de desearla con fuerza, ahora que la
temporada está a punto de terminar no sé qué culo seguiré, equipo sí, el mío, es de las pocas cosas que
sigo, mi equipo, mi Virgen de Begoña y mi seguro médico, uno nunca sabe, que te
da de repente un tantarantán y mejor estar asegurado, lo que es seguro es que
nos morimos, todos, más tarde o más temprano pero nos morimos, san Genaro de
Guadalajara nos bendiga, que las mariposas vuelen a nuestro alrededor mientras
el domingo se va entre tormentas de arena que es lo que tiene vivir en el
desierto, que entre lo deficiente del ADSL y los programas tan malos de la tele
estoy que no salgo de la tienda y todo lo que escribo en la arena se me borra,
yo mismo me borro, me meto por el agujero del conejo blanco con un reloj en al
frente que señala el lunes, que me corten la cabeza, un momento, mi padre ha
puesto sobre ella una roja manzana en equilibrio y se aleja sin dejar de
mirarme a los ojos, “ten confianza”, tiemblo, tiene un arco en una mano y un
carcaj en la otra, toma una flecha y como soy un chico de la calle recuerdo
aquello de no te fíes ni de tu padre y corro por calles de miel con indignados
sentados en corro mientras fornidos policías les golpean con porras
inconmovibles (qué presuntos hijos de puta), la palabra nos hará libres pero
los golpes se los llevan los de siempre, una gota de agua cae sobre mi frente,
otra, otra, despierto con aquel nadador de la película Help, puedo seguir así
hasta mañana pero ya basta, más fuste, más fundamento, vaya usted a saber que
quiero decir con lo que no digo, el caso es que los niños se aburren el
domingo, ay, señor.
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