El general
El general caminaba a buen paso, erguido desde su altura imponente. A su alrededor los guardaespaldas con trajes cruzados, gafas negras y una mano en el bolsillo, miraban a todos los lados. Le seguía una variopinta reunión de políticos y advenedizos de diferentes signos y partidos, de tendencias y creencias opuestas, agrupados interesadamente ante la inminente victoria.
La comitiva atravesó el Pont d`Arcole y se dirigió a Notre-Dame. A su paso la multitud les vitoreaba, las jóvenes besaban a los soldados, los niños bailaban sin saber muy bien qué ocurría, las mujeres gritaban desde las ventanas, algunos hombres lloraban, otros reían, el ambiente era festivo aunque de gran confusión.
Se escuchó un tiro aislado y todos quedaron inmóviles, solo el general siguió caminando, indiferente a cualquier cosa que no fuera su glorioso destino.
Al entrar en la catedral el tiroteo se acentuó, cada uno se refugiaba donde podía, debajo de los bancos, tras los confesionarios, hombres y mujeres por los suelos, los guardaespaldas disparando al azar hacia las cornisas y los tejados. El general se dirigió al altar mayor a grandes zancadas, un tiro le entró por la frente, se desplomó…
─Alto, alto, eso no fue así ─dice uno.
─¿Cómo que no fue así? ─pregunta otro.
─Al menos no lo cuentan así las crónicas ─responde el primero.
─Ya está el listo que todo lo sabe. ─dice un tercero.
─Tío, para hablar de historia hay que conocerla mínimamente. ─dice un cuarto.
─Ya lo sé, espabilado ─digo yo.
─Tú no sabes nada. ─interviene un quinto.
─Anda que tú. ─dice otro.
Para zanjar la discusión y sólo para los interesados en la Historia reciente recomiendo leer a Antonhy Beevor y a Artemis Cooper en su París después de la liberación 1944-1949.
Pues eso.
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