Sobre la propensión a irse por las ramas.
Me
falta contar parte de lo de mayo pero cómo, si empezó ayer, cómo sin
haberlo vivido, sin saber si. No se puede inventar un corazón, no se puede
juzgar lo del futuro, no sin votar en contra de todo, no.
No.
Escuchamos
a los expertos la enumeración de los hechos, los inválidos sentados en la silla
de su desgracia, los días que se abren como llagas, palabras que no dicen nada,
decencia, coherencia, no me consta, realidad, a buenas horas.
Lo
pensaré.
El
nieto del honrado contable, la pesadilla de los de siempre bajando del
Pagasarri, David Sylvian entre tantos y tantos, los siete nombres para designar
aquello que no se entiende, lo fatídico, la impaciencia.
Hay que
ver.
Las
tribus ordenadas por apellidos mientras los gusanos se comen la esperanza, los escalones que nos
bajan al sótano de las alegorías, las catacumbas donde se esconden las
hermandades, el animal asiático, yo.
Dejemos
que, uno a uno, pasen los días de mayo.
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