lunes, 3 de octubre de 2016

Oración de final del domingo.



En este principio de semana quiero escribirte así, como al descuido, fingiendo que no es a ti, que no te veo, que me escribo sin querer, que me contemplo, que tú eres un pretexto, nada más, nada menos, que acumulo palabras sin sentido y la emoción ha huido tras las sombras de otras voces como arena, de otras personas, con otros rostros, con otros recuerdos que también me duelen, que tú no estás ahí y que todo esto es mentira, me lo invento para pasar las tardes del domingo, para llenar de frases el vacío de no verte o por eso.

Aun así te escribo, exponiéndome a esa cara de loco que se te pone cuando estás enfadado.

Si me pusieran delante el mapa de tu cuerpo, no sabría buscarte el corazón con el dedo, no sabría. Si pusieras tu sonrisa frente a mí, no podría medirla, ni abarcarla, ni hablarte, tal vez, ni comprenderte. O quizás sí, pero no hay tiempo, ni espacio, ni medida. Sólo puedo hablarte así, en la distancia, esparciendo oraciones al viento como una monja ciega sobre el acantilado del invierno.

También puede ser que trate de engañarme en mi confusión, en los sentimientos tan intensos que me inspiras.
A pesar de todo.
Y este “todo” es eso, todo.

Prisionera ahora, ya, escribo para matar otros ecos, otra realidad más cercana, que me agobia, que me muerde por dentro y me lastima.
Una vida demasiado corta.
Un mundo tan grande.
Un tiempo tan escaso.
Quiero ir.
Y volver.

Están los límites y...y...el día se murió, él solo,  nos dejó esto que acaba ahora y a ti todavía te queda la diferencia y pensar que luego y te dejo este juguete que se me rompió hoy porque no puedo verte, ni intuirte, ni saber cómo hueles, o como ríes, o si tu piel es así, o si la curva de tus labios se pierde entre la barba, etc. Pero –ay- tu recuerdo me acaricia el corazón como esta lluvia que agita nuestro Bilbao de noche de domingo.

Aunque no era esto lo que quería decirte, o no sólo esto. Pero temo arriesgarme a tus iras de macho -jamás imagine que tuvieras tan mal genio-...
Es igual, quería que sepas que no sé, pero que siento... que...
Buenas noches, amor.

4 comments :

Encarna C dijo...

Me ha gustado muchísimo. Escribes mortal artista.

Maribel dijo...

Me ocurre una cosa curiosa cuando leo tus textos Sr. Glup: están carentes de género. No se me asuste (aún no). Me explico. Me da igual que la llames Marie, podría ser o yo atribuirle el nombre de Eustaquio, leerlo como si fuese un hombre. Que un sin nombre requiera romper un silencio y tanto da que sea hombre o mujer.

Si son tus experiencias, recuerdos o vivencias, o lo que escuchabas en la mesa de al lado mientras te tomabas un marmitako que te hacía caer lagrimones de lo rico que estaba, si es una historia que te contaron, si es el oficio y la técnica que inventa, si es lo mente y corazón anhelan. Si es lo que lees, lo que ves. Si todo empieza y acaba en ti, para desembocar en mi/nosotros que te leemos, que te creemos.

Así las cosas, tus escritos se me vuelven asexuados (ya puedes asustarte, sí jijiji). Las palabras me miran a los ojos y se someten mis ojos de lectora, a creencias, a lo que se “supone” que debe ser y me dejo llevar por como incitas al pensamiento divergente. Y es esto, precisamente esto, romper con la literalidad de lo que nos cuentas, lo que adoro de tus textos que me obligan a pensar, a liberar la mente, a prescindir de prejuicios, a que se me confundan las identidades, que tanto me da que sea él o ella, ella o él o dos hombres o dos mujeres, porque en el fondo lo que subyace, lo que me llegan son los sentimientos y emociones que se verbalizan a través de tu poesía, prosa, epístola, narración, elegía, drama o comedia, etc. y estos son universales y admiten todos los estilos literarios, todos los jeroglíficos posibles y combinaciones imaginables.

Sólo quien es un buen conocedor, un mejor observador de la condición humana y sobre todo, quien de vivir ha hecho un oficio, logra que un nombre, su presencia, su elipsis, sea sólo una anécdota.

Así son mis cosas, y así te las he contado.

Gracias y Besets!.

Pedro M. Martínez dijo...

Encarna C, mortal para el que lee o para el que escribe?
Muchas gracias.

Pedro M. Martínez dijo...

Maribel Gs, oiga, oiga, no apabulle que uno escribe así, según sale, la magia está en quién lo lee. Con tu comentario que me pilla de vuelta (de un viaje) me quedo turulato y sonrío y te mando un beso muy grande y muy agradecido. Este.

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