Paessagio urbano Franco Fontana Prague, Czech Republic, 1967


sábado, 15 de octubre de 2016

Verba volant, scripta manent.

Desaparecen las palabras y permanecen los escritos.


Joel Meyerowitz :: Central Park, 1965


Este camino está plagado de huellas – el buey siempre pisa en la huella del buey- , pero sé muy bien que dos minutos después del último texto, cuando aún está caliente, nadie recuerda lo leído ni a quién escribe. Hablo en primera persona pero es extensible a todos los escritores y lectores de blogs que son y los que en el mundo han sido.

Es lógico, estamos cambiando a una velocidad tan vertiginosa que lo que el martes podía ser nuevo, moderno, rompedor, diferente, original, (en general), el jueves ya ha caducado, no existe, está superado. Me leo en textos antiguos. ¿Quién era el que escribió aquello?, ni siquiera me reconozco, no sé de qué hablo, qué experiencias motivaron aquellas líneas, que exaltación o rutina guiaron mi mano. ¿Quién es el que escribe ahora?

A la rueda, rueda, el que no quiera leer que no lea. Libertad absoluta. Si estás aquí no puedes estar ahí. Por eso valoro tanto a los que (me) leen, a los que se toman el trabajo de comentar. Por eso estoy cautivo de quiénes me abren su corazón y conquistan el mío.

En uno de estos días de sensibilidad en el tejado me abrazo (uno a uno, sin aglomeraciones) a todos los que entran a esta página. Os deseo lo mejor ( a saber qué es lo mejor para vosotros, escogerlo, total es gratis, aquí todo es gratis) 

1 comments :

Maribel dijo...

Posible es que se olviden las palabras, pero lo que siempre queda es lo que te hicieron sentir al escucharlas, al leerlas. Y esas sensaciones son imperecederas, no hay nada que diluya su tinta.
En este tiempo que nos tocó como prenda, en donde tu reloj, de marca tu aquí, no forma los mismos vectores que las manecillas del reloj de mi aquí, que tu presente es mi futuro, y mi ahora ya es tu pasado, se agradece volver y saber que esta página me permite un paréntesis, un oasis. Notar la brisa que me acaricia las mejillas unos días. Otros un vendaval que me pone el moño (y lo que no es el moño) mirando para Pernambuco. Y respiras libertad, la de contar, la de callar, aún sabiendo que incluso nuestro silencio deja la impronta de nuestra huella. Y vuelves y te asomas, porque tienes la certeza que la ventana seguirá abierta. No conjugamos necesidades, sino voluntades.
Sigamos preguntándonos, sin ansia de encontrar la respuesta y si la hayamos, quizás sea el viento de tus palabras quien algún día nos la regale o tú la encuentres en el céfiro de alguna de las nuestras. (Tenía que colar a Bob, como fuera o, en su defecto, fuese).

Las gracias (siempre) (a ti) y los Besets!

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