Carta del amante que lee poemas.
Leo a Caballero
Bonald, un poeta extraordinario, un grande, también un ejemplo de lo que
quería explicarte esta mañana entre el presentido viento a tu lado, la absoluta
falta de prisa en el mío, tú no, mi sí, 495 kilómetros y todos los etcéteras
que quieras añadir, vidas paralelas, secantes, tangentes, 3,1416, círculos
concéntricos, teorías de Pitágoras, trigonometría y otras artes aunque el amor,
ay, el amor, que a una edad no hay demasiado tiempo para el luego, que el luego
a veces es nunca, que nunca es demasiado tarde, que solo Somos El Tiempo Que Nos Queda.
En
cualquier caso, mi dulce amiga, somos como somos y sería un atrevimiento por mi
parte querer cambiar tus principios, tu convencimiento, tu tozuda equiparación
de una cosa con otra. Sí, tú me decías (tan niña, tan pura, tan cielo), “me
besas ¿me quieres?” Yo, tan machito, tan estúpido, tan provinciano, pensaba
“¿qué dice esta cría? Han tenido que pasar seis años y tres meses para saber
qué querías decir tú y por qué no lo entendía yo.
Contesto
ahora tu última carta.
No
conoces tus límites, puedes ser todo lo que quieras.
Entiendo
perfectamente que ahora eres como quieres ser, estás disfrutando de la
libertad.
Ya me gustaría disfrutar de la mía.
Aquí no
hay ningún juego individual, mucho menos se hace nada cuando solo uno de los
dos quiere. Y puede, añado.
Verás,
aquí hay un problema, aquí hay una relación (epistolar, sí, pero relación) de
dos personas que se querían mucho hace exactamente seis años (quizás sin
saberlo ni ellos mismos, separados por miedo, por orgullos absurdos, por yo qué
sé), que se han reencontrado en un momento de sus vidas muy especial, que se
han redescubierto, que se han visto diferentes en el espejo del otro, mejores,
más dignos, más auténticos, que se han asustado por el torrente de sensaciones,
emociones, placer, abismo, tentación y todo lo que quieras poner de más y que
en un caso lo enfoca con sabia prudencia femenina y en otro con alocada
explosión de palabras, hechos, deseos, es decir, como siempre.
Te
propongo lo siguiente. Me quedan unos cuatro meses de condena, salgo el 14 de febrero.
Ven a esperarme y empezamos de nuevo.
Gracias
por los libros que me has enviado, me ayudan mucho en este aburrimiento.
Te
quiero.
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