viernes, 14 de octubre de 2016

Dos más uno.



La vida es aburrida sin secretos.
Todos tenemos secretos.
Hay un tipo de secretos que no importan a nadie.
Los importantes, los verdaderamente importantes son los que se refieren a la fórmula dos más uno.
Lo peor de ellos es no poder contarlos.
Cuando se cuentan, cuando se saben, pierden ese carácter que nos interesa, especial, mágico, misterioso, inquietante.

Hay que matizar que en ese dos más uno debe haber cama, si no la hay es un secreto light, una minucia, bah, un secreto menor.

No es tarea fácil, se debe tener una habilidad especial para poder escribir sobre este tema diciendo sin decir, pasando por él de puntillas, sugiriendo, descorriendo un velo que enseñe lo accesorio pero que tape lo fundamental, como en las películas antiguas.

Por ejemplo, hay quién está enamorado de su esposa. La quiere tanto que le gustaría que fuese la mujer de alguno de sus amigos para conquistarla en las tediosas cenas de los viernes. Su psiquiatra le dice que deben ampliar el número mensual de sesiones. Él está de acuerdo.

Hay tíos raros, especiales, que siempre quieren lo que no tienen, incluso cuando lo tienen. No saben nada de matemáticas, solo saben contar hasta diez, lo que tampoco saben es si la suma la hace él o ella. Mejor no contarles nada, suelen ser de lengua larga y terminan disculpándose, ellos no entienden de sumas complejas, ellos son  de los de al pan, pan y al vino, vino.

Hay personas que no quieren un amante. Quieren alguien que sea su padre, su madre, su hijo, su hija, incluso su abuelo, pero después de hacer el amor. Es decir, durante son amantes, antes y después su figura es otra, mejor dicho la del otro/a. Y, claro, estas historias es mejor llevarlas en secreto. Es más, alguna que he contado aquí no se la ha creído nadie.

Que también, contar aquí lo que no pasa como si pasase comporta un esfuerzo de imaginación importante. Y tengo un problema, se me está quedando pequeña la cabeza (por dentro). Noto una preocupante reducción de mi masa cerebral, de mi imaginación, de los secretos que dejan de serlo (porque me entero de ellos), incluso de las ganas de contarlos.

Aviso: desde hoy solo escribiré cuentos de hadas, pero si algunos de mis amables lectores/as quiere contarme un secreto puede hacerlo con la seguridad que lo escribiré para publicarlo aquí. (Tu no, Puri, que el otro día mi santa se mosqueó cuando llamaste a las tres de la madrugada. No se creyó lo del cliente que quería cambiar de programa de contabilidad)

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