Dos más uno.
La
vida es aburrida sin secretos.
Todos
tenemos secretos.
Hay
un tipo de secretos que no importan a nadie.
Los
importantes, los verdaderamente importantes son los que se refieren a la
fórmula dos más uno.
Lo
peor de ellos es no poder contarlos.
Cuando
se cuentan, cuando se saben, pierden ese carácter que nos interesa, especial,
mágico, misterioso, inquietante.
Hay
que matizar que en ese dos más uno debe haber cama, si no la
hay es un secreto light, una minucia, bah, un secreto menor.
No
es tarea fácil, se debe tener una habilidad especial para poder escribir sobre
este tema diciendo sin decir, pasando por él de puntillas, sugiriendo,
descorriendo un velo que enseñe lo accesorio pero que tape lo fundamental, como
en las películas antiguas.
Por
ejemplo, hay quién está enamorado de su esposa. La quiere tanto que le gustaría
que fuese la mujer de alguno de sus amigos para conquistarla en las tediosas
cenas de los viernes. Su psiquiatra le dice que deben ampliar el número mensual
de sesiones. Él está de acuerdo.
Hay
tíos raros, especiales, que siempre quieren lo que no tienen, incluso cuando lo
tienen. No saben nada de matemáticas, solo saben contar hasta diez, lo que
tampoco saben es si la suma la hace él o ella. Mejor no contarles nada, suelen
ser de lengua larga y terminan disculpándose, ellos no entienden de sumas
complejas, ellos son de los de al pan, pan y al vino, vino.
Hay
personas que no quieren un amante. Quieren alguien que sea su padre, su madre,
su hijo, su hija, incluso su abuelo, pero después de hacer el amor. Es decir,
durante son amantes, antes y después su figura es otra, mejor dicho la del
otro/a. Y, claro, estas historias es mejor llevarlas en secreto. Es más, alguna
que he contado aquí no se la ha creído nadie.
Que
también, contar aquí lo que no pasa como si pasase comporta un esfuerzo de
imaginación importante. Y tengo un problema, se me está quedando pequeña la
cabeza (por dentro). Noto una preocupante reducción de mi masa cerebral, de mi
imaginación, de los secretos que dejan de serlo (porque me entero de ellos),
incluso de las ganas de contarlos.
Aviso:
desde hoy solo escribiré cuentos de hadas, pero si algunos de mis amables
lectores/as quiere contarme un secreto puede hacerlo con la seguridad que lo
escribiré para publicarlo aquí. (Tu no, Puri, que el otro día mi santa se
mosqueó cuando llamaste a las tres de la madrugada. No se creyó lo del cliente
que quería cambiar de programa de contabilidad)
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