Natalia Litvinova.
Subí al tren,
tenía diecisiete años
pero parecía adulta
con las ojeras
y el mechón de canas
que intenté esconder.
Los trenes de larga distancia
son hermosos como una manzana,
cuando arrancan, los vagones
parecen cáscara que se extiende.
Miré el bosque que galopaba
al lado de mi ventanilla;
cada tanto, desde los arbustos,
aparecía alguien: una anciana
con el balde lleno de leche,
un potrillo desbocado
que huía
como yo.
tenía diecisiete años
pero parecía adulta
con las ojeras
y el mechón de canas
que intenté esconder.
Los trenes de larga distancia
son hermosos como una manzana,
cuando arrancan, los vagones
parecen cáscara que se extiende.
Miré el bosque que galopaba
al lado de mi ventanilla;
cada tanto, desde los arbustos,
aparecía alguien: una anciana
con el balde lleno de leche,
un potrillo desbocado
que huía
como yo.
Natalia Litvinova.
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