La Plaza Nueva
Parker
está sentado en una terraza de la Plaza Nueva.
Mira a una mujer que fuma un cigarrillo tras otro.
Bajo los soportales, desde una región aún no perdida de la infancia, pasean ejércitos de hombres y mujeres heridos por el exceso del pasado, con la congoja perdida en el pecho, habitantes para siempre de otro margen de la vida. Los ve pasar y trata de adivinar, este sí, este no. Aquellos que escriben. Y los que no.
No los distingue bien. Escribir se ha convertido para él en un ejercicio inútil, una búsqueda ensimismada entre qué decir y cómo, para terminar no diciendo nada. Lo reconoce.
Sentado en una terraza de la Plaza Nueva Parker pide otra cerveza. Imagina, piensa, busca historias. La mujer que fuma se va. Se levanta y sigue sus pasos, quizás ahí encuentre la de mañana. Quizás.
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