El dolor
Sin el candil del dolor languidecen los poetas. Sobre todo aquellos que creen que hambre es igual a Knut Hamsun, los que se conocen al dedillo los recovecos de la falsa melancolía, el rumbo de Samuel Beckett, la Pasión según San Mateo y los silencios de Björk. Saben estas y otras cosas pero solo consiguen transmitir su tedio. Aún peor, dejan una monótona sucesión de esto era cuando era, su ahora está detrás de una máscara sin ojos. Un aburrimiento.
Los poetas sin candil no
conocen el dolor y así sale lo que sale. Exponen su obra en el balcón, detrás
de los tiestos con geranios y claveles. El arte no tiene la piedad, aunque se
disfrace de porcentajes y cifras, aunque lo adorne con la sinceridad de una
mentira. El dolor, ahí está la inspiración.
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