Dem deutschem volke.
Momento de Auto-complacencia (Gates, Bill, me corrige en rojo si lo junto), que termino el eneagrama (again, Bill) y da 67, o 13, o no da. Qué me importa mientras camino entre las jóvenes prostitutas de la Weinmeisterstrosse (es el único lugar de Berlín en el que una mujer bella me mira con –fingido- deseo), arriba y abajo de la curvada calle con equilibristas tranvías amarillos. Sigo caminando y barrios más allá, me topo con que los revisores de papeleras se obstinan en duras pugnas dialécticas con guardabosques solitarios. Nosotros somos el pueblo –dice uno-. Que vienen los rusos- contesta el Otro. Der iwan kommit, repite, sonámbulo mantra del viejo guardabosques sin manta que vigila la cúpulas de los árboles de Tiegarten la cúpula del Reichstag, que no se copule entre los zarzales, que se cumpla la floración primaveral, que la nación no sea una obsesión, que las ardillas no muerdan a la niños y viceversa. Vano intento, la normalidad del caos hace que todo sea como es y las obsesiones por naciones, cópulas, cúpulas y niños devoradores de ardillas crece y ocupa las primeras planas de los periódicos más prestigiosos y d`este blog Glup (2.0) Al acabar el día el espíritu de Ángel González tiembla entre/bajo/junto a los tilos, se expande y recita: Se diría que aquí no pasa nada, pero un silencio súbito ilumina el prodigio: ha pasado un ángel que se llamaba luz, o fuego, o vida. Y lo perdimos para siempre. Y ya solo queda recoger el catalejo, dar fuego a las farolas y volver al cuarto esquivando las escaleras abiertas, a los gatos negros y a los dobles de Stefan Zweig mientras escribimos por las paredes “verba volant, scripta manent”. Señoras y señores, esto es lo de hoy. (Tímidos aplausos de los tímidos lectores mancos) |
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