Calcetines amarillos con agujeros
Mi
amada, pongo a tus pies las flores de mis mentiras preferidas y enciendo velas
de colores, quemo incienso, quemo mis calcetines amarillos con agujeros, quemo
tu última carta y me como los sellos, amenazo al cartero aunque no es bueno acusar
al mensajero pero dime, mi bien, cuándo me escribes otra vez, que no puedo
vivir sin leer tus desvaríos, tus caricias al aire, tus inventos de atarme a la
cama y tatuarme con los labios una fábrica de pasión, ensalivado mientras
los obreros salen y entran al departamento, con sirenas anunciando
el fin de la jornada, con ejecutivos ejecutándose a sí mismos con corbatas al
cuello que cuelgan de clavos en el techo. Eso, que me escribas. ¿No?
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