Aniversario
Para nuestro tercer aniversario buscamos un sitio especial.
Elegimos el Boroa, que es un magnífico restaurante.
Begoña llevaba un vestido negro, corto, que sugería, que no dejaba indiferente, unos zapatos con un tacón tan alto que a su lado yo parecía un pigmeo.
Después de los entremeses fríos, el primer plato consistía en unos lomos de bacalao a baja temperatura, al pil pil de cardamomo y gelée de pimientos. Delicioso.
Seguimos con una pintada sobre tirabeque con canelón de hinojo y aceite de cítricos que junto con el vino Mauro nos dejó en el helado de queso de oveja y en el centro de la conversación.
Llevaba en el bolsillo mi regalo, un anillo. Pensaba pedirle que nos casáramos.
Estos tres años estaban llenos de momentos felices.
Nuestro reciente viaje a Estambul nos daba tema para recordar. Contrastamos este viaje con los habituales a París o a Roma. Nos reímos del malentendido con aquel camarero que solo hablaba turco y su cara de extrañeza cuando rechazamos, horrorizados, un plato de carne cruda que era la especialidad de la casa.
Teníamos las manos entrelazadas sobre el mantel.
Ni siquiera recuerdo si las mesas de alrededor estaban ocupadas.
No quiero que te acuestes con Arantxa –me dijo-.
Cariño, no sé lo que me estás diciendo. ¿Quién es Arantxa?
Su cara reflejaba serenidad pero soltó mi mano.
No tiene discusión, quiero que termines con esa historia, ya. No lo soportaré ni una vez más.- siguió.
Te lo inventas –mentí.
Sabes que no. Quiero que se lo digas ahora o todo se habrá terminado entre nosotros. Llámale o me voy –dijo-.
Supe que no podía hacer otra cosa y llamé a Arantxa.
La conversación completa merece otro capítulo.
Es más, casi prefiero que usted se la imagine.
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