Comodidad.
Te lo digo otra vez, no, no es comodidad, ni ese sentido práctico impregnando los consejos del coro, ni esas miradas reprobatorias de los diferentes, ni ese cansancio nuevo después de cada caída. Todo eso es una cruz liviana, un camino sin piedras o una lluvia de piedras o piedras lapidando nuestro amor. Ya salió la palabra, amor y piedra y miedo y tú y yo y los días separándonos y cada vez nos quedan menos refugios, menos agujeros sin ojos, cada vez hay más ojos, un océano de ojos. Enrolados en un barco de pescadores ciegos, navegando entre la niebla, gritando para no embarrancar, no vemos el faro, no vemos la línea de la costa. Temo llegar al final del mar y caer al vacío de ya no verte nunca más.
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