Georgina Herrera
Oriki para las
negras viejas de antes
En los velorios
o la hora en que el
sueño era ese manto
que tapaba los ojos
ellas eran como
libros fabulosos abiertos
en doradas páginas.
Las negras viejas, picos
de misteriosos
pájaros,
contando
como en cantos lo
que antes
había llegado a sus
oídos,
éramos, sin saberlo,
dueñas
de toda la verdad
oculta
en lo más profundo
de la tierra.
Pero nosotras, las
que ahora
debíamos ser ellas,
fuimos
contestonas,
no supimos oír;
teníamos
cursos de filosofía,
no creímos,
habíamos nacido
demasiado cerca
de otro siglo. Solo
aprendimos a
preguntarlo todo
y al final, estamos
sin respuestas.
Ahora, en la cocina,
el patio,
en cualquier sitio,
alguien,
estoy segura, espera
que contemos lo que
debimos aprender.
Permanecemos
silenciosas,
parecemos tristes
cotorras mudas.
No supimos
apoderarnos de la
magia de contar
sencillamente
porque nuestros
oídos se cerraron,
quedaron tercamente
sordos
ante la gracia de
oír.
Georgina Herrera
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