Caballos airados
Suenan
los cuernos del ejército de mi otro yo, galopan sus caballos airados, las
quejas de los soldados de fortuna atruenan este espacio, espada en mano me enfrento a lo hostil, a esta
otra realidad. Con todos los no o a
pesar de ellos hoy tiene que ser, por fuerza, un día hermoso. Por si te falta
algo de primera necesidad te envío un ramo de gavilanes que limpie tus cielos
de insectos zumbando inquietudes absurdas, un batallón de aborígenes
australianos que recorra los campos de aterrizaje de los aviones de tus
fantasías, una cuadrilla de monjes copistas para que repitan con letras
historiadas tus mejores poemas eróticos y, por fin, una carpeta con hojas de
pan de oro para guardar tus cartas de desesperanza, tus elucubraciones de
principio de siglo, tus temores a ofensas imposibles, tu estudio intensivo de los
entresijos de estas cartas de amor que resbalan solas por mis dedos, sutil
sustituto de resbalar por la piel de tu corazón, de bajar por tu espalda que
palpita, de quedarse ahí, con los ecos, para mejor oírte y verte y sentirte y
temblar. Ahora te beso los brazos, me demoro en tus muñecas, chupo tus dedos y
me atrapan tus manos como a una mosca de verano. Voy a trabajar un poco que se
va la mañana.
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