De espaldas (1)

 

Uno está encerrado en los límites de su mundo, de la corbata, lo que hay que hacer, lo que se debe hacer,    seguir la línea sin desviarse ni un pelo, así ha sido toda la vida y así debe ser. / De siempre a Parker le gustaban las mujeres robustas, altas, su psiquiatra dijo que eso le venía desde niño por alguna figura femenina familiar que le marcó tendencia. Visto con perspectiva Parker y su psiquiatra estaban equivocados. / Esos encuentros nostálgicos de recuerdas cuando éramos jóvenes que se hacen cuando ya no eres tan joven, pues esos, se citaron todas y todos, los de entonces, en el mismo bar de entonces, comprobaron que no eran los de entonces, todos y todas. / A Parker le gustaban las mujeres robustas y ella no lo era, al contrario, era delgada, poco voluptuosa, nada, silenciosa pero cuando hablaba dejaba entreabierta una puerta a habitaciones iluminadas con candiles y luciérnagas. / La nostalgia es mala, quiere sustituir el resumen positivo de  lo que fue por lo real del ahora sin saber que solo hay ese ahora. / Tomaron un café y hablaron, tanto que entendieron que detrás de la niebla de los años había un puente, ella en una orilla, Parker en otra./ Uno recuerda cuando el sexo era una incógnita, una pulsión imperiosa, una obsesión, una necesidad nunca satisfecha. También recuerda que en la evaluación técnica aprobaba, que  nunca repitió en septiembre y que  en sus paredes no colgaba ningún cuadro de matrícula de honor./ A Parker no le entusiasmaba  la entomología pero aquellas luciérnagas deslizándose detrás de la puerta le llamaban la atención, también los candiles,  la misma habitación iluminada y sobre todo, ella./ Cuando uno lleva corbata, traje gris, sonrisa de catálogo y el catálogo entero del derecho y el revés, debe comportarse como  se espera de él, caminar por las huellas marcadas, las que dejaron los de antes, sin sacar los pies del tiesto. / La primera vez fue la primera vez de muchas cosas, que tampoco es cosa de enumerarlas,  pero mientras jadeaba, Parker comenzó a escarbar en la corteza que separaba otro mundo. Él no sabía que siempre había estado ahí. / A uno le graban en la cabeza un alfabeto, las raíces cuadradas, el teorema de Pitágoras y el haz bien y no mires  a quién. Cuando pasa el tiempo y revisa las grabaciones, comprueba con sorpresa, a veces con rabia, que no tiene una brújula, una balanza, un metrónomo ni  tantos y tantos aparatos que le ayuden a seguir a veces la carretera general, otras la comarcal e incluso perderse  por vericuetos, senderos y caminos a ninguna parte. / Han pasado varios capítulos del cuento, Parker ha entrado ya en otra dimensión, ha descubierto que hay otro universo,  que él mismo es otro y aquel, aunque le cuesta distinguirlos, distinguirse y se equivoca. Sobre todo Parker ha descubierto dos planetas que a veces son el mismo, el Amor y el Sexo. Viaja de uno a otro cambiándose  de traje hasta tres veces, al ir, al venir y cuando vuelve a ser el que sigue siendo  a pesar de todo, de tanto, de tantísimo, de las firmas y los llantos, de la ventanilla y vuelva usted mañana y siempre. / Uno está sentado en su sofá, añorando, equivocándose, en zapatillas, con albornoz, fumando, bebiendo un wiski, viendo la televisión debajo de varios diplomas con matrículas de honor, suspira, pregunta que hay para comer, se duerme. La vida. / Hay otras, Parker sabe que hay otras vidas pero ahora está viendo una serie de Netflix y quiere saber quién el malo. Quizás cuando acabe…/